¿Salen los gallegos de la escalera?

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Álvaro Ballesteros

17 feb 2019 . Actualizado a las 16:56 h.

La pregunta ha cambiado. Tenía que ser una pregunta. Los gallegos, ya saben, siempre contestamos con preguntas a las preguntas. Para ganar tiempo o porque no hay mejor respuesta. La duda no es si bajamos o subimos la escalera. La duda ahora ya es si como pueblo salimos alguna vez de la escalera o si lo hacemos todo en la escalera. Convivir. Charlar. Comer. Trabajar. Amar. Así lo sugiere ese espléndido estudio liderado por uno de nuestros sabios de la tribu, el doctor Carracedo. Los gallegos, tal y como dice el trabajo y recogió mi compañero Raúl Romar en La Voz, tienen una característica genética que han mantenido durante siglos: no nos mezclamos o nos hemos mezclado poco. Eso explicaría que en los cementerios de muchas parroquias los apellidos sean muchas veces similares. Más de diez kilómetros en el pasado en Galicia sería casi como dar dos vueltas a esa peonza que es el mundo. Una eternidad. Otro sabio, Luis Ferrer, glosó el trabajo de Carracedo subrayando esa singularidad nosa. Pero sigamos con las preguntas. El gallego ahorra esfuerzos siempre. Y lo demuestra con sus diálogos. A gallego pocos le ganan al bruxo de Arteixo, a Arsenio, del que siempre se recuerda la pregunta que le hizo un periodista gallego, claro. Mister, ¿qué? A lo que él contestó: ¿Qué, de qué? Este diálogo que dio la vuelta a España como el colmo de las ruedas de prensa (Valdano habría estado hablando media hora para no preguntar al final nada) no fue más que una muestra de algo que es habitual en nuestro noroeste. Tenemos mucho de pueblo del Oeste, a veces del salvaje Oeste, siempre lo he dicho. Entramos en cualquier bar de un pueblo, en el saloon del Oeste, y escuchamos: ¿Cómo vai todo? Tras un silencio de respeto que a cualquiera de más allá de Pedrafita le parece una eternidad se oye como única respuesta: Vai indo. En vai indo cabe una enciclopedia entera. Otro ejemplo: ¿E ti? Por aquí. Así es que nos cueste movernos en la escalera hacia abajo o hacia arriba. O que a lo mejor, como sugiere el estudio de Carracedo, no tengamos ningún interés en salir de la escalera. Estamos muy a gusto en nuestra escalera. Con os nosos. Nos gusta viajar, pero para volver a casa. Sabemos, como los ingleses, que nuestra casa es nuestro castillo. ¿Somos reduccionistas? Tal vez. O tal vez sabemos bien que nunca choveu que non escampara. Ni siquiera en la húmeda y fértil Galicia. Y llevamos siglos ahorrándonos lo que sobra.