Deprimente

Abel Veiga AL DÍA

OPINIÓN

20 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Si a alguien todavía no se le ha caído la venda del rostro, que lo haga ya. Si todavía algún iluso quiere saber y buscar teleológicamente de qué y para qué sirve una comisión de investigación parlamentaria, basta con que haya asistido al espectáculo circense de la comparecencia del expresidente Aznar y se topará con una buena dosis de ricino político. No sirven más que para dilatar el tiempo, emponzoñar la verdad y enmascarar las patrañas políticas. Sin ética no hay decencia. Sin verdad, no hay justicia. Y a algunos no les importa esto. Al margen de lo que pensemos o no de lo ocurrido y la trayectoria política del expresidente, el espectáculo vivido refleja la mediocridad política en extremo máximo. La pobreza dialéctica. Pero sobre todo, una educación rayana en la ciénaga del odio, el insulto, la chulería y el desprecio a las formas.

Aznar iba vestido para la ocasión con su chaqueta metálica. Esculpidas sus frases entrecortadas y ensoberbecidas de falta de humildad y en ocasiones donde se podría cuestionar si ha faltado o no a la verdad. La historia ya le ha juzgado y le seguirá juzgando. Pero sabiendo sus señorías que el compareciente no se amilanaría se lanzaron a degüello y sin piedad, eso sí, en tono dialéctico procaz, lleno de rabia y con mucha inquina acumulada. Era una pieza mayor. Entre todos han aherrojado el parlamentarismo y la educación. Han afeado las conductas y los códigos de convivencia política y se han desgañitado a mamporrazo fino y mordaz. Hasta provocar la náusea.

Ni hay caja B, ni hubo intervención en Irak, ni conocía a Correa, ni tuvo cobros ni iniciales en las listas de Bárcenas y, tampoco aquel día en la boda del Escorial era él quien se casaba, si bien fue el protagonista absoluto, cual emperador empecinado por una soberbia sin igual. Cada uno que extraiga sus conclusiones. Del personaje y los personajillos que trataron de acorralar a un lobo herido, viejo, pero lobo y que les da mil vueltas a muchos cachorros aún sin destetar.

Toda comisión de investigación parlamentaria se hace precisamente para lo contrario, ni investigar, ni comisión, ni parlamentaria. El emperador Bonaparte ya lo advirtió: si quieres que algo no se resuelva, nombra una comisión. Espectáculo puro en un sainete tragicómico que no es sino esta España corrupta y desigual. Y ahora nos quieren dar lecciones con los privilegios judiciales de los políticos. Otra entelequia.