La vergüenza de ser joven y de derechas

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

La juventud de izquierdas en Galicia ha tomado las redes, las calles y las encuestas, pero flojea en las urnas

26 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En el PPdeG hay un histórico mosqueo por los meneos que se llevan a diario en las redes sociales, gobernadas por jóvenes de Palo Alto o de Monforte. En unas plataformas en las que se suelen airear las cosas negativas de los demás, son minoría los que salen a defender las acciones de Feijoo, y la contundencia o la efímera brillantez -el zasca- suelen provenir del flanco izquierdo. Algo parecido ocurre en las encuestas. En las últimas de Sondaxe, de carácter urbano, En Marea, BNG y PSdeG están muy por delante de los votantes populares de entre 18 y 29 años, con una tendencia más atenuada en la siguiente década, la de tener hijos. Pero luego, en el anónimo recuento de las urnas, salen otras cosas imposibles, como que un presidente de la Xunta tenga un respaldo del 47 %, o un apoyo a Mariano Rajoy del 42 %.

Hay dos explicaciones: o todos los jóvenes gallegos son de izquierdas y todos los mayores de derechas; o Twitter, las manifas y las encuestas son una realidad paralela. Adrián Pardo, presidente de Novas Xeracións, admite ciertos complejos entre los más jóvenes para difundir sus preferencias por las opciones conservadores, y cree que el tópico de que «si no eres de izquierdas a los veinte, no tienes corazón...» sigue pesando y contribuye a la ocultación del voto. También reconoce que en los ambientes urbanos, más proclives a la agitación, no están acostumbrados al callejeo y la proclama, y aunque admira su capacidad de movilización, le reprocha a los partidos de izquierdas que solo usen a los jóvenes para sujetar las pancartas. «En el PP no hay cuotas de jóvenes. Si tienen menos de treinta años y valen, se apuesta por ellos. Ahí están los alcaldes de Cerdedo-Cotobade, Melide o Vilariño de Conso», pone como ejemplos.

Ana Pontón, una más

Esa realidad virtual que obliga a pensar en un distanciamiento ideológico generacional le da alas al BNG, que, ahora sí, parece haber tocado su suelo y empieza a levantar el alma con renovados apoyos por la parte baja de la pirámide. En el brazo juvenil, Galiza Nova, detectan un aumento sostenido de solicitudes de alta, y Alberte Fernández, su secretario xeral, no tiene inconveniente en personalizar ese renacer en Ana Pontón, que combina su condición de joven política y veterana parlamentaria. «É das nosas». Se refiere Fernández a los inicios de la portavoz nacional en Galiza Nova, que abrazó con 16 años. Las nuevas hornadas tardan un poco más, «pero entre os 18 e os 21 o relevo está garantido».

Nabor González, de Xuventudes Socialistas, también quiere pensar que sí, que esa dominación de la izquierda es real, pero pone el punto de inflexión en Pedro Sánchez. «Hai sintonía», dice, y se aferra a las encuestas del CIS. Respeta a los dinosaurios del partido, con los que hay diferencias sobre el modelo territorial o la concepción republicana y federal, banderas que sostienen en sus ámbitos pero que decaen cuando acceden a los órganos del aparato. «Nós tamén podemos coincidir na rúa con Galiza Nova en defensa da lingua, pero aos que non vemos nunca é aos do PP», y eso condiciona y hace incomprensibles los hipotéticos apoyos que pueda prestar el PSOE a los conservadores. No creen en una gran alianza.

Ampliando el foco, los jóvenes gallegos no son tan raros. La brecha, de existir, también se percibe en Francia, se dejó notar en el brexit y es una realidad en Portugal o Alemania. Pero el verdadero hilo que los une a todos es el desencanto y altos índices de abstención. También cuando toca votar en este envejecido rincón de Europa.

 La otra carrera de Feijoo en Madrid

El presidente de la Xunta suele aprovechar sus viajes a Madrid para atender a medios, pero cuando no lo hace también se lleva sensaciones sobre su aceptación popular. El taxista que lo trasladó a la presentación de un libro hace unos días se quedó impresionado por su capacidad dialéctica, y le faltó tiempo para contárselo al siguiente gallego que demandó sus servicios.

Cobran 4.800 euros al mes

La polémica del chalé de Iglesias y Montero ha devuelto a la actualidad el elástico código ético de Podemos y su carta financiera. En Galicia, algunos diputados morados dicen que ganaban más en sus trabajos que en O Hórreo. Es conveniente recordar que el sueldo de un parlamentario raso es de 4.800 euros. Eso es lo que nos cuestan. Lo que hagan después con ese dinero es su problema, incluso si usan su nómina para pedir dinero al banco.