En cada pueblo que en los años setenta empezaba a recibir veraneantes con acento foráneo -los madrileños, en genérico- se asegura que allí había un guardia municipal que, afanado en organizar un tráfico inusitado, terminaba causando atascos monumentales. «Xa o sabía eu», dicen que sentenciaba el agente cuando, producto de sus confusas indicaciones, acababa produciéndose un choque.
Xa o sabía eu es lo que se está escuchando, en todos los idiomas del orbe, desde que el martes la Guardia Civil detuvo a Ángel María Villar, el presunto jefe del latrocinio en la Federación Española de Fútbol. Ahora todos lo veían venir, políticos, directivos, trabajadores del organismo... pero como tantas veces en el fútbol, mejor mirar para otro lado y dejarlo pasar, que aquí el que no corre vuela. Que España jugase tantos partidos con rivales exóticos, decían, no era gratis. Gratis creían que saldría que nunca llegasen a su destino los fondos para recuperar a un país como Haití, masacrado por la miseria y arrasado por un terremoto.
Todo el mundo lo sabía, pero las cosas seguían como estaban, y los patrimonios creciendo bajo sospecha. Dejando a salvo la presunción de inocencia y la independencia de los jueces que tengan que instruir y dictar sentencias, resulta difícil entender tanta demora. Los lectores de este periódico saben desde hace mucho tiempo del olor a podrido que desprendían muchas actuaciones de la federación de fútbol. No fue esta semana la primera vez que la mala sombra acompañaba al nombre Villar en la primera plana. Si todos los sabían, pudieron haberlo dicho, porque el silencio es cómplice. El lío del guardia tenía su gracia mientras todo quedaba en un parte amistoso al seguro.