Paternidad llave en mano

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

20 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin la lucha de las mujeres por sus derechos, la apertura de armarios de la que tantos hombres se benefician habría sido imposible. Dicho lo cual, y sin más ambages, creo que hay un doble o triple discurso a la carta -también en algunos sectores del feminismo- a favor de lo que algunos autores no dudan en llamar el homopatriarcado. Que son un grupo con mucho poder es algo sabido, al menos en países que, como el nuestro, han legislado en este sentido y donde el cambio social a su favor ha sido mucho más rápido que el que las mujeres seguimos reclamando. No se trata de ver quién lo merece más, si no de qué comportamientos está generando en una parte de la población que se queda con lo mejor de nosotras y con lo peor de sí mismos.

Esto de los vientres de alquiler es una llamada de atención. De marginal a neocon el salto parece abismal, pero ha sido posible y la afloración de hombres homosexuales es hoy un plus en una sociedad que se felicita a sí misma por su apertura y modernidad. Quienes consiguen privilegio social y disponen de dinero para satisfacer todos sus deseos, no se paran en barras y están convirtiendo una cuestión de gran calado: el uso, el abuso, y comercio de seres humanos, en algo frívolo, ritual, alquilable como un chalé de vacaciones en la costa, con ganancias del 90 % del total desembolsado (las tarifas van de 30.000 a 50.000 euros) para clínicas radicadas en España pero originarias de Ucrania, o de algunos estados de Norteamérica, con servicio todo incluido, es decir, se compra la paternidad, llave en mano. El catálogo de caras (los vientres no son fotogénicos) es un muestrario de jóvenes bellezas rubias o morenas, sonrientes, inspeccionadas genéticamente para evitar cualquier riesgo de tara en el producto a la venta: sangre de su sangre, la mayoría de las veces. O sangre que se alimenta de la suya, que para eso se inventó el cordón umbilical.

La medicina que se presta a estos fines tiene mucho que ver con los avances de la veterinaria y la transferencia embrionaria, solo que las hermosas vacas o yeguas que reciben embriones ya fecundados no saben que lo que les está creciendo allí dentro no es suyo y, además, suelen criarlo una vez nacido. No somos vasijas; ni solo vientres; ni se subroga algo tan íntimo como la maternidad; ni tenemos cuatro estómagos como los rumiantes. Es más, somos humanas, con sentimientos y necesidades que no deben servir para convertirnos en carne de cañón.

No voy a comparar esto con el comercio sexual o con la donación de órganos como medio de vida. Pero podría. Creo que lo urgente es denunciar y frenar la prepotencia patriarcal y la arrogancia del dinero con que se plantea este asunto. Si alguien cree que gestar y parir es lo mismo que donar semen es que no se ha parado a pensarlo, o no le importa. Y tanta ignorancia -o iniquidad- ofende.