Guerras, crisis y bancos

José Antonio Montero EN VIVO

OPINIÓN

29 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El crecimiento económico de España durante la Primera Guerra Mundial derivó a su término en una importante crisis bancaria nutrida de especuladores. Cuatro entidades de crédito gallegas se desplomaron: la banca Deza, de Vilagarcía, y la banca Romero, de Ourense, ambas en 1921; así como Viuda e Hijos de Juan Fuentes, en 1923, y finalmente el Banco de Vigo, en 1925.

En Cataluña fue sonada la quiebra del Banco de Tarrasa y sobre todo el Banco de Barcelona en 1921. Curiosamente, la ley de suspensión de pagos, en vigor hasta la actual ley concursal del 2003, fue promulgada el 26 de julio de 1922 con carácter coyuntural para salvar al Banco de Barcelona, y por ende a la industria textil catalana.

La crisis del Banco de Barcelona, por su imagen, fue tremenda e hizo pensar que iba a afectar a los demás bancos: hubo colas para retirar los depósitos y bajaron considerablemente sus acciones, además de acusaciones sobre la actuación del Banco de España. Los pequeños accionistas solicitaron la intervención del Gobierno central, haciendo acusaciones penales contra la junta de gobierno del banco. Francisco Cambó, ministro de Fomento, conocedor del problema, revisa la legislación aplicable y con la colaboración de José Bertrán, ministro de Justicia, logra en un mes que se dicte una ley a medida del problema del Banco de Barcelona. En 1924 se aprueba el convenio con los acreedores y se constituye el Banco Comercial de Barcelona, que liquidó los activos, acabando en 1932 en manos del Banco Hispano Colonial. Ya en 1950 pasó al Banco Central, que en 1991 se fusionó con el Banco Hispano Americano, y ambos a su vez, en 1999, con el Banco de Santander. La ley consiguió que las suspensiones de pagos bancarias terminaran en absorciones. Y en 1977 se estableció el Fondo de Garantía de Depósitos, que trata de generar confianza en el sistema.

Como conclusión, vemos que las crisis financieras aparecen después de un período de exuberancia económica. Durante el crecimiento de la ola se observa que ni hay un mecanismo de control ni independencia por parte del regulador. Así, igual que el Banco de Barcelona, el Banco Pastor acabó en el Banco de Santander.