Palabras

Jesús Merino LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

28 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El otro día tuve la fortuna de asistir a un taller de poesía impartido por Antía Otero, una excelente joven poeta. Se la recomiendo vivamente. Entre otras cosas hermosas, nos recordó que las palabras tienen peso, cuerpo, densidad… de modo que no es lo mismo decir papelera que madre

Los humanos, que solemos andar distraídos, cuando no directamente dormidos, olvidamos esto con frecuencia, y sacamos a pasear las palabras sin conciencia, de modo que a menudo causamos importantes destrozos a nuestro alrededor.

Seguramente muerte es uno de esos términos pesados, serios, llenos de contenido. Todos nos tropezamos con ella en muchos momentos de la vida, hasta que nos toca pronunciarla en primera persona. Por eso solemos mencionarla con cuidado, en voz baja, como si estuviéramos tratando con algo muy delicado o potencialmente peligroso.

Nuestros vecinos portugueses acaban de sufrir una terrible experiencia que nos ha sobrecogido. Su dolor nos mueve a la solidaridad, al silencio, a la compasión… y nuestras palabras se mueven cuidadosamente por esos territorios emocionales. Buscamos expresiones amables, suaves, tiernas. Queremos que nuestro lenguaje no rasque ni hiera, porque somos capaces de empatizar con la terrible muerte ajena.

Unos días atrás, el espantoso término ha golpeado a una persona que se dedicaba al toreo. No es momento de analizar filias y fobias, sino de mirar con ojos humanos, ojos que, desafortunadamente, dejan asomar de vez en cuando a la bestia que nos habita. Y junto a las inevitables palabras de consuelo han aparecido estridentes calificativos crueles, llenos de un rencor y una furia inexplicables.

Por eso creo que es bueno volver a la poesía, al esfuerzo amoroso por la presencia adecuada de la palabra. Si no es así, nunca dejaremos atrás la barbarie.