¿Un Macron español?

OPINIÓN

CHARLES PLATIAU

24 jun 2017 . Actualizado a las 10:14 h.

El amplio triunfo del recién creado partido de La República en Marcha en las elecciones a la Asamblea Nacional, después del de su líder como presidente, parece indicar que Francia se encuentra en el inicio de una etapa que va más allá de la rutinaria alternancia de los dos grandes partidos que han venido gobernando, castigados por sus divisiones o por la sombra de la corrupción y poco creíbles para frenar el populismo de Le Pen. El éxito de Macron se explica, en sus propias palabras, porque los franceses han visto que estaban al borde del precipicio y han reaccionado. Han conectado con una persona y un proyecto nuevo, sin la demagogia de los populismos, ni la reivindicación de pagar servicios prestados por un partido que no existía. El nombramiento de un primer ministro proveniente de los derrotados republicanos y la composición del Gobierno muestran que se trata de un nuevo centro que integra y aspira a tener coherencia. ¿Hasta qué punto existe en España esa sensación de estar al borde del precipicio? ¿Es importable la fórmula Macron?

Para contestar a esas preguntas hay que acudir a la realidad política actual, sin adelantar calificaciones y descalificaciones. La elección del nuevo secretario general del PSOE ha confirmado una tendencia que se constataba en el ámbito municipal y autonómico. El no al PP, el derribar a Rajoy, une a socialistas y podemitas; la piedra de toque para demostrar quién es más de izquierdas. El entendimiento del PSOE con el PP parece imposible; una última muestra ha sido la variación del voto en relación con el tratado de la UE con Canadá; incluso en relación con el tratamiento del separatismo se ha manifestado alguna fisura. La sensación de aislamiento del PP se percibe, además, con la variante compañía de Ciudadanos, que se apunta a iniciativas como la reprobación del ministro de Hacienda. De otra parte, Rivera ha dejado claro que no se cuente con Ciudadanos para reeditar la candidatura de Sánchez. Para una nueva moción de censura habría de contarse con el voto de los secesionistas catalanes y, en todo caso, con los podemistas. Estos serían fundamentales, como lo fueron en el fracasado intento de Sánchez. Han sido y siguen siendo los árbitros de la política. Se han montado sobre una marea social, como ha hecho Sánchez para ganar las primarias. No están de paso.

Así las cosas, la solución desde el PP para evitar el abismo sería conseguir la mayoría absoluta en unas elecciones presentándose como alternativa al caos en la que estaría incluida la nueva orientación socialista. Como planteamiento, un retroceso democrático y, por repetido, de muy dudosa eficacia. No se otea un Macron en el horizonte. Rajoy es indiscutido e indiscutible en el PP. La solución que permita el diálogo habría de buscarse fuera, con una proclama de centro constitucional, de libertades y derechos fundamentales de la persona, europeísta, sin adherencias de corrupción, con preocupación social, no ahogada por ineficiencias y por una fiscalidad abrasiva.