¡A Estrada, nación! Y Forcarei, ¡por supuesto!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

21 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Parece mentira! ¡Qué cicatería y falta de coraje la de la dirección del nuevo PSOE! Sí, ese que Sánchez ha montado, al servicio solo de su ambición, bajo las siglas de un partido centenario.

 Ahora resulta que España es una nación de naciones. ¿Solo? ¿Cómo se puede ser tan egoísta y tener tal falta de visión sobre el futuro del país? ¡Menudos timoratos! España, ¿nación de naciones? ¡Quita de ahí! ¡Seamos rumbosos! Ya puestos a dejarse abducir por los nacionalistas, ¡estírense! España no es una nación de naciones, sino una nación de naciones de naciones, por lo menos. Y, para ser justos, una nación de naciones de naciones de naciones.

Dice Sánchez, quien nos ha salido un intelectual de campanitas, que «la nación es un sentimiento». Y si él lo dice, que es como David, que venció a Goliat, y Sansón, que derrotó a los filisteos, ¿he de atreverme yo, un modesto profesor, a poner en duda su sapiencia? Por tanto, si la cosa va de sentimientos y, por ellos, son nuestras comunidades autónomas naciones, ¿por qué no han de serlo las provincias? ¿Y por qué no los pueblos y ciudades?

Sea: la nación es sentimiento. Por tanto, como en materia de sentimientos vale todo, pues ya está: los que se sientan de su pueblo, su ciudad o su provincia ya son nación y deben reivindicarla como tal. Yo, que como saben, soy de A Estrada, y me siento muy estradense y mucho estradense (según diría el presidente del Gobierno) exijo, desde ya, el estatuto de nación para mi pueblo. Y, por solidaridad amical, me permito exigir lo mismo para el pueblo de mi compañero de fatigas en estas lides periodísticas. Querido Xosé Luís: sabes que no voy a abandonarte en este trance. ¡O Forcarei nación, o nada!

Habrá, es verdad, lugares que no quieran ser nación, pero eso se arregla con tiempo y con dinero. Así lo explicaba, ya hace un siglo, Julio Camba, en un artículo genial que ayer me recordaba mi querido Luís Pousa, escritor y jefe de Opinión de este periódico. En su libro Maneras de ser español, escrito en 1918, nos daba el célebre arousano la fórmula mágica para el arte de la construcción nacional: «Una nación se hace lo mismo que cualquier otra cosa. Es cuestión de quince años y de un millón de pesetas. Con un millón de pesetas yo me comprometo a hacer rápidamente una nación en el mismo Getafe, a dos pasos de Madrid».

¡Pues, claro hombre! Renunciar a que Getafe, A Estrada o Forcarei sean naciones sería dar un paso atrás de proporciones gigantescas. Porque ya durante la revolución cantonal de 1873 el cantón de Jumilla manifestó en su declaración de independencia que quería «estar en paz con las naciones extranjeras y sobre todo con la nación murciana». ¡Qué sentido común! ¡Qué mesura y sobriedad! Aprendan Pedro Sánchez y Pilar Cancela y hágannos felices de una vez: una nación de naciones de naciones de naciones. Y, de ahí, ¡ni un paso atrás!