Injustamente olvidado durante muchos años por motivos que sería vergonzoso recordar, Julio Camba fue uno de los más grandes articulistas españoles. Culto, viajado, dueño absoluto de las artes de la paradoja y la ironía, nadie ha manejado como él ese fogonazo impresionista a partir del cual era el escritor gallego capaz de describir realidades complejas en poco más de medio folio. Basta leer La ciudad automática o Un año en el otro mundo para captar su extraordinaria habilidad para hacer categoría de la anécdota y también, y a veces ¡al mismo tiempo!, todo lo contrario.
Era tan grande Julio Camba que recibir un premio que lleva su nombre resulta uno de los más altos honores a los que puede aspirar un gran articulista. Miguel-Anxo Murado, que recibió el año 2016 otro de esos premios de tronío para quien se dedica al periodismo, el Fernández Latorre, gana ahora el Julio Camba y tan extraordinario doblete, que seguro le ha producido una profunda y explicable alegría a mi querido y admirado Miguel-Anxo, habrá sido motivo de satisfacción también para don Julio, que gozará en el Olimpo de los grandes escritores de la buena vida de la que siempre le gustó disfrutar aquí en la tierra. Seguro que para celebrar que el premiado sea un periodista y escritor de la talla y calidad de Miguel-Anxo, culto y viajado como él, y dotado de una portentosa capacidad para contar, habrá pedido Camba champagne (francés, bien sûr) pues es bien conocida aquella recomendación de los gastrónomos italianos que en La casa de Lúculo recordaba el arousano: «De lo buono poco, ma questo poco... abbondante!».
Cuando a Rafael Sánchez Ferlosio le concedieron el más importante premio de las letras españolas, Fernando Savater (que, aparte de otras muchas cosas es, además de un amigo muy querido, otro articulista excepcional), escribió que el Cervantes había sido premiado con Ferlosio. No se me ocurre otra forma más justa y mejor de decirlo también en este caso: el Camba ha sido premiado con Murado. Enhorabuena Miguel-Anxo, de todo corazón.