La vida de Sánchez, la vida de Brian

pedro armas PROFESOR DE HUMANIDADES DE LA UDC

OPINIÓN

30 may 2017 . Actualizado a las 08:18 h.

Tras el ejemplar proceso de primarias en el PSOE, toca reconstruir. La reconstrucción pasa por una rehabilitación, no por una restauración. Restaurar es devolver un bien a su estado inicial, lo que ya no puede hacer el partido. Restaurar es también consolidar la ruina, lo que no conviene al partido. Rehabilitar es reconstruir para dar un nuevo uso. Toda rehabilitación exige una buena definición del proyecto. Se equivocan los que creen que la indefinición amplía el espectro de votantes. Al PSOE nunca le votaron tantos centristas como cuando se definió como un partido de izquierdas, como el partido de los descamisados. Cuestión de guion. Mejor que una metáfora arquitectónica, una metáfora cinematográfica. 

Muchos hemos visto, algunos más de una vez, la obra maestra de los Monty Python: La vida de Brian. Brian era hijo no deseado de una feminista judía y de un centurión romano (Traviesus Maximus). Era un joven idealista, que se metió en política por un odio, ancestral y personal, a los romanos, que ocupaban Judea. Llenó los muros de la ciudad con la pintada: Romani ite domum («Romanos, largaos»), aunque no por iniciativa propia, sino cumpliendo órdenes de un despistado centurión. Las casualidades le convirtieron en un líder de masas. Las circunstancias le llevaron a unirse a los separatistas. Asumió el «no es no» a los romanos, a pesar de que habían traído la carretera, el alcantarillado, el acueducto, el baño público, el orden público y, sobre todo, el vino. Al margen del anacronismo, Brian y Pedro, vidas paralelas. Que cada quien establezca el paralelismo.

Ganadas las primarias, con tesón y tensión, Pedro Sánchez ha despertado entusiasmo en los afines, ha dejado estupefactos a los oficialistas y ha obligado a recolocarse a los que siempre se recolocan. Entre los afines, algunos se esfuerzan en demostrar que son más afines que otros, para demandar más presencia en listas a congresos, comités y ejecutivas. Si a Brian le apoyaban, con estrategias diferentes, los del Frente Popular de Judea y los del Frente Judaico Popular, a Pedro le apoyan distintas plataformas de apoyo a Sánchez, de apoyo a Pedro y de apoyo a Pedro Sánchez. Si algo ha caracterizado esta rebelión para restituir en el cargo al secretario general ha sido el apoyo desinteresado, teniendo en cuenta las escasas expectativas iniciales de éxito. Un apoyo de militantes de base que no pedían nada a cambio para ellos mismos, aunque sí pedían cambios profundos en el partido.

Como en todo proceso competitivo, ha habido ganadores y perdedores. Han ganado: Pedro Sánchez, la mayoría de los militantes, los de Izquierda Socialista y algunos viejos guerristas. Han perdido: Susana Díaz, Patxi López, la minoría de los militantes, los expresidentes, la mayoría de los secretarios generales, la gestora y los poderes fácticos (económicos y mediáticos). Se trataba de un proceso orgánico y el PSOE, como organización, ha ganado. Sánchez ha ganado poder territorial y apoyo entre los militantes. Sería un error acuñar para ellos el término sanchistas, con intención de enfrentarlos a otros compañeros. Son socialistas, nada más y nada menos. Son militantes de izquierdas que quieren que gobierne la izquierda. Saben que ahora ese objetivo solo podrá conseguirse mediante acuerdos, porque su partido no es hegemónico, pero sí imprescindible. Otros continuarán hablando de la crisis de la socialdemocracia europea, pero ya pocos hablarán de la gran coalición a la alemana o de la pasokización a la griega. Los guardianes de la patria dirán que ha ganado Pedro Sánchez, pero ha perdido España. Los afines fanáticos, como aquel seguidor de Brian, dirán: «¡Tú eres el auténtico mesías! Lo sé, porque yo he seguido a muchos y entiendo de esto». No hay que exagerar.