Yo también soy «pluri», Xosé Luís

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

28 may 2017 . Actualizado a las 14:22 h.

En un artículo antológico, publicado ayer en este espacio, Xosé Luís Barreiro, querido amigo, colega y compañero de fatigas, demostraba ese coraje del que viene haciendo gala desde hace mucho tiempo. Xosé Luis se declaraba pluricorporal y admitía que las partes de su cuerpo andan desbarajustadas, pues va cada una por su lado sin tener en cuenta las necesidades de las otras. Claro que tal barullo ofrece a Xosé Luis una ventaja («A cambio reparto mi felicidad en taifas y hemisferios a la medida de mis instintos») que le sirve a nuestro politólogo para denunciar que «a esta misma solución aspira Pedro Sánchez para su nación española, indivisiblemente plurinacional». 

Leída la columna de Barreiro, noté yo la necesidad de hacer, como él, un ejercicio de sinceridad y reconocer que me siento plurisentimental. ¿O no afirma Pedro Sánchez -quien, puesto a filosofar, es un Platón- que la nación es en realidad «un sentimiento»? En tal caso, no hay nadie que no sea, a fin de cuentas, un plurisentimental de siete estallos. Y es que nuestros sentimientos de pertenencia territorial varían como lo hace una veleta. Uno se siente más o menos de su pueblo o su ciudad, de su provincia, de su región o su nación, o del continente en que la última se incluye, por partes o de forma conjunta al mismo tiempo, dependiendo de las concretas circunstancias del momento. Incluso más: decía Max Aub que uno es de donde hace el bachillerato, y Richard Burton, que, en realidad, somos de donde tenemos nuestros libros. Y todo es cierto.

Venir ahora, como Sánchez, con que España es un Estado plurinacional para congraciarse con los nacionalistas, dando a entender que hay en ella otras naciones distintas a la que el mundo reconoce desde hace siglos -la que da base territorial a uno de los Estados más viejos del planeta- y querer renegar luego de lo afirmado previamente, para congraciarse al mismo tiempo con quienes no son nacionalistas, con el cuento de que la nación es solo un sentimiento, supone desconocer que, puestos a sentir, cada uno siente libremente, y no como le conviene a Pedro Sánchez, sin más limitaciones que las que marca el propio corazón.

Escribía el gran historiador británico Eric Hobsbawm que «observar naciones resultaría sencillo si pudiera ser como observar a los pájaros» (Naciones y nacionalismo desde 1870). Es esa una verdad como una casa: no hay más naciones reconocibles sin posible discusión que las que son aceptadas como tales, en tanto que Estados-nación, en el concierto internacional. Que los nacionalistas defiendan el carácter nacional de sus territorios con el objetivo insensato de separarse y acabar por ser Estados está en su ADN demencial. Que lo haga el máximo dirigente del PSOE, como expresión de su cósmica confusión y su formidable oportunismo, constituye una extravagancia, que estando como están las cosas en Cataluña, podría acabar siendo una tragedia.