Un agujero negro en la educación

MIguel A. ríos EN VIVO

OPINIÓN

19 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La crisis económica más profunda de los últimos tiempos, que todavía hoy nos sacude, ha dejado recortes que, sin duda, vienen afectando negativamente a la calidad de la enseñanza. Sin embargo, el devenir de la educación en España requiere un análisis un poco más profundo y más realista. En efecto, más allá de informes tipo PISA, es un hecho cierto, personalmente constatado, que la preparación de nuestros jóvenes experimentó un continuo y notable descenso en el período que va de finales de los 80 a principios de los 2000, antes de que la referida crisis hiciese su funesta aparición. Y lo llamativo es que, como si de un agujero negro se tratara, esto ocurría a la par que el presupuesto dedicado a la educación en España crecía hasta duplicarse y a la vez que los índices de natalidad marcaban ya una tendencia al descenso.

¿Se puede afirmar realmente que estamos ante «las generaciones de jóvenes mejor formados de todos los tiempos», como con frecuencia se ha venido diciendo? La educación española tenía ya -y tiene- su propia crisis interna, una crisis profunda, estructural y no solo económica. Esta es la verdadera crisis que urge resolver primero, lo que no se logrará solo con dinero.

No quiero caer en la soberbia de pensar que lo sé todo respecto a este problema, ni tampoco en la simpleza de pretender despachar en cuatro líneas un asunto tan complejo. Sin embargo, sí quiero hacer una llamada de atención, una más, sobre la urgencia de acometer de una vez y en serio la revisión del sistema educativo, una clave indiscutible del desarrollo sostenible del país. En primer lugar, los partidos políticos tendrán que ponerse de acuerdo en los puntos básicos, suscribiendo un gran pacto por la educación que dé estabilidad al sistema y que permita perfeccionarlo año a año, en función de la experiencia.

Es algo que hay que exigirles. Se ha de apostar por una enseñanza activa que potencie prioritariamente las capacidades de observar, de analizar, de razonar, de discurrir, de afrontar un problema y de adoptar iniciativas, de saber hacer, con una utilización no abusiva de las nuevas tecnologías. Hay que potenciar una formación en valores, con atención al esfuerzo, sin el cual es de inocentes, por no decir de irresponsables, pensar que algo serio se pueda conseguir. Especial atención se ha de prestar al profesorado, con un mayor rigor en su selección, con medidas que estimulen su entrega a la profesión y que potencien su autoridad académica y su valoración social. ¿Dónde está el papel de la familia? La educación tendría que ser -y no lo es- la principal preocupación de la sociedad, que, de una vez por todas, debería exigir una revisión sensata del sistema educativo.