Comas

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

07 may 2017 . Actualizado a las 09:17 h.

La primera vez que la ortografía mostró su poder fue por culpa de una coma. El profesor escribió en el encerado: «Perdón imposible, que cumpla su condena». A continuación cogió el borrador, eliminó la coma y la anticipó una palabra: «Perdón, imposible que cumpla su condena». Desde entonces defiendo con firmeza que ante una coma hay que santiguarse. Hay quien espolvorea las comas con la dejadez imprecisa con la que se sala un cordero sin comprender que ese gesto zafio anticipa el caos. Como si un arquitecto colocase las columnas al chou. Como si un cirujano empuñase el bisturí con el empuje duro de un mamporrero.

Ahí reside la desolación que destapó la carta de Javier Fernández a Pablo Iglesias. Las comas, inocentes curvas maltratadas por la ignorancia del líder accidental del PSOE, vengaron la afrenta a la que estaban siendo sometidas y ubicaron en la irrelevancia el mensaje que le había preparado a Podemos. Entre tanto barullo ortográfico, la supuesta indignación de Javier le quedó con la misma contundencia que una cuchufleta. Ahora lo vemos claro. La crisis del PSOE es una crisis de comas, de vírgulas desubicadas, de incisos inoportunos, de muros contra natura. Una crisis por no saber que el sujeto no ha de separarse del predicado porque si el divorcio se fuerza aparece el caos. Una coma entre un sujeto y su verbo convierte una lisonja en una salida del armario forzada: «Pablo Alborán, reina en la música española», tituló un diario. Y en los días previos a su muerte, otro dijo: «Don Juan, agoniza», convirtiendo la descripción de un estado en un cruel imperativo. 

Con el PSOE en varios procesos de divorcio concéntricos, nada hay más revelador que Fernández colocando comas en el lugar equivocado.