El patíbulo del autobús

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

18 abr 2017 . Actualizado a las 08:08 h.

Érase una vez la casta, concepto de éxito, que logró hacerse un hueco en el diccionario político. Pero el tiempo pasa, desgasta a las personas y a los conceptos, y hubo que buscar un sucesor. Y así, en la monarquía de las palabras, nació la trama, bastante más agresiva, desafiante, acusadora y con vocación de denuncia global. Tratándose de Podemos, lo que se quiere denunciar es al régimen mismo, como fruto de una confabulación de los poderosos económicos y políticos, empresarios y dirigentes de partidos y gobiernos de intereses comunes e intercambiables, que se apoyan mutuamente, anulan la competencia y constituyen el poder real. Es decir, el demonio que ha arruinado a este país y le ha restringido sus derechos sociales. 

Esa filosofía se transformó ayer en un autobús que los máximos dirigentes de Podemos, Pablo Iglesias e Irene Montero, sacaron a la calle con gran aparato mediático. Lo llenaron de periodistas, lo pasearon por delante del PP y de algunas grandes empresas, mientras Pablo e Irene explicaban el porqué con gran maestría. Parecían guías de turoperadores que, micrófono en mano, mostraban a un grupo de turistas los encantos arquitectónicos de Madrid. La verdad es que querían hacer lo que ellos suponen que es el tour de la corrupción. De la corrupción de la derecha, naturalmente.

Como operación propagandística, la idea de la trama autobusera es de diez. Hacía tiempo que Podemos no ocupaba tanto espacio en los telediarios y en las redes sociales. Pocas veces se hizo una publicidad de mejor relación impacto-precio. Yo mismo estoy colaborando ahora mismo de forma gratuita en esa relación. Otra cosa es la calidad política. Podemos entiende que se puede mezclar impunemente a políticos en activo sin tacha ética como Mariano Rajoy con investigados, procesados, juzgados y presos preventivos. Piensa que el mundo ajeno a su partido es la suma de todas las maldades y hay que llevarlo al patíbulo de ese autobús para su escarnio y juicio popular. Y, como solución, ahí están ellos, los de Podemos, que limpiarán a este país de tanta morralla.

Es su forma de hacer política: sacar la guillotina ideológica a la calle. No les niego que, en algunas de las caras pintadas en el autobús tienen razón. Pero, como se empiece a hacer política de esta forma, se convertirá la calle en un vertedero. ¿Imaginan ustedes la cantidad de iniciativas, preguntas e interpelaciones que se podrían hacer en el Congreso con las hazañas de esas caras que pasean por la ciudad? Esa sí que sería una auténtica operación de limpieza pública. ¡Ah, pero sería hacer política parlamentaria y Pablo Iglesias optó por la agitación en la calle! Por eso, entre otras razones, marginaron a Íñigo Errejón.