El PSOE en el espejo roto del PCE

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

16 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El 40.º aniversario de la legalización del PCE suscita una alarmante reflexión, pues sostener la continuidad entre aquel partido de 1977 y el que ahora se pretende su legítimo heredero es un fraude sideral. El que salió de la clandestinidad, tras una lucha heroica contra el franquismo y gracias a un acto admirable de coraje de Suárez, se definía por su moderación, realismo y sentido del Estado y por su notable presencia en el mundo obrero y la universidad, entre los profesionales y en las artes. Gracias a ello pudo contribuir decisivamente al éxito de la transición primero y a la consolidación luego de nuestra democracia. 

Nada que ver, claro, con el PCE que, después, agazapado bajo las siglas de IU, acabaría siendo todo lo contrario: un delirio radical, que no hay reivindicación insensata que no abrace y que combate todo aquello que hace cuatro décadas ayudó tanto a construir: una Constitución de todos, una España descentralizada pero unida, una Jefatura de Estado de consenso, una simbología para la reconciliación, un programa socialdemócrata de modernización económica y social y una identificación europea sin reservas.

Esa deriva radical, que ha convertido al PCE en un partido marginal, parásito puro de Podemos, es también, salvadas todas las distancias, la del PSOE, que, tras el triunfo zapaterista, emprendió un giro izquierdista por el que abandonó las líneas ideológicas que lo convirtieron en el partido transformador que fue, sobre todo, durante las dos primeras legislaturas de González. Tal proceso de radicalización, que Sánchez pretende culminar al servicio de su enfermiza ambición, podría hacer del PSOE una caricatura sans-culotte que, en lugar de competir con el PP y con Ciudadanos por ocupar el centro donde se ganan elecciones, se empeñase en hacerlo con Podemos y los secesionistas, lo que inevitablemente legitimaría su enloquecido discurso y reivindicaciones.

El PCE forma parte de una tradición histórica mundial -la del comunismo realmente existente- que ha sido en realidad la de una serie continuada de crímenes atroces: los del estalinismo, el maoísmo, las dictaduras del Este de Europa o los delirantes ensayos de purificación social tipo Pol Pot. Por eso es ya un muerto viviente, por más que se empeñe Alberto Garzón, que según se ve dedica poco tiempo a la lectura.

El caso del PSOE es completamente diferente, pues aún está a tiempo de escoger entre la tradición reformista y la defensa del gran pacto nacional que se plasmó en la mejor Constitución que jamás hemos tenido o convertirse en una fuerza más de la entente radical contra el régimen de 1978, lo que supondría su abierta renuncia a gobernar España en el futuro sin el chantaje suicida de Podemos, sus confluencias y los independentistas. De que el PSOE elija bien o mal depende su futuro y en una medida importantísima el de España.