Londres elige a España como «enemigo exterior»

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

04 abr 2017 . Actualizado a las 10:12 h.

El ministro Dastis se sorprende de que «alguien en el Reino Unido está perdiendo los nervios». A lo mejor no son nervios, señor ministro. A lo mejor es que en el Reino Unido ocurre lo mismo que en España: que se saca de la chistera el conejo de Gibraltar para ocultar otros temas. La esencia y los peligros del brexit, por ejemplo. O el asunto que realmente romperá el Estado británico, que es la posible independencia de Escocia. Es muy probable que el exceso verbal de algunos políticos conservadores se deba a esas otras realidades. Gibraltar excita el nacionalismo británico. Es su joya de la Corona. Es el emblema europeo de su potencia colonial. Hablar de su pérdida, ponerlo al mismo nivel que las Malvinas, levanta el espíritu de los ciudadanos cuando corren el peligro de caer en el pesimismo histórico. Y, para el Partido Conservador en el poder, es una forma de contrarrestar el olvido de cualquier referencia a la Roca en la carta que Theresa May envió a la Comisión Europea.

Sostengo esta tesis porque, como ha venido a decir nuestro ministros de Asuntos Exteriores, no hay ninguna razón que justifique el nerviosismo ni las salidas de tono que se escucharon los últimos dos días. La única verdad actual del interminable contencioso es que la Unión Europea otorgó a España el derecho de veto sobre los futuros acuerdos en la negociación del brexit. Para encontrar alguna referencia a demandas españolas habría que remitirse a cuando García Margallo indicó que la salida del Reino Unido de la Unión Europea dejaría también fuera a Gibraltar y la solución para los gibraltareños sería la cosoberanía española y el diálogo directo Madrid-Londres. Ahí se acabó, por el momento, toda la «reclamación» española. Lo que se dijo desde el Gobierno actual, por el propio Dastis, ha sido lo contrario a cualquier posición de dureza: se opta por un brexit suave y se anuncia que no se cerrará la verja.

Ahora bien: tendría narices que a España le correspondiese el papel de «enemigo exterior» que los Estados en dificultades necesitan como mecanismo de unión de una opinión pública temerosa y dividida. Y no lo descarten. Por el momento, un viejo líder conservador habló en tono bélico. Otro exministro del mismo partido (siempre conservadores, ¿se dan cuenta?) amenazó con apoyar la independencia de Cataluña. No tardará en llegar un tercero que diga que los turistas deben viajar menos a España. Y habrá un cuarto que recuerde, como los bolivarianos, los importantes intereses de empresas españolas en el Reino Unido. Todo, por Gibraltar. O con la disculpa de Gibraltar. Y en esas condiciones viajarán a Londres los reyes Felipe y Letizia. Espero que para entonces alguien haya calmado la tempestad.

No hay ninguna razón que justifique el nerviosismo ni las salidas de tono. La única verdad actual es que la UE otorgó a España el derecho de veto sobre los acuerdos del «brexit»