Mejor solos que mal acompañados

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

30 mar 2017 . Actualizado a las 16:32 h.

El brexit es, para Europa y para el mundo -o Urbi et orbi, como se dice en católico- un error monumental. Y no porque la UE no pueda seguir su camino, sino porque esta absurda secesión, y sus alambicadas explicaciones, ponen de manifiesto la parte más miserable de la política actual, animan a todos los extremismos, y restauran el culto a la soberanía, o a ese egoísmo de Estado que invoca el regreso de todos los fantasmas anteriores a la doble guerra mundial de 1914-1945.

Lo bueno sería que el Reino Unido no hubiese entrado en la UE. Porque, además de habernos evitado el disgusto de la ruptura y de todos los malos presagios que en ella se contienen, también nos habría librado de la deslealtad y el chantaje con los que Londres intentó mutilar el proyecto europeo, y del chalaneo político que hubo que hacer -o permitir- para no precipitarnos en este final que resultó ser inevitable. Pero, dado que el Reino Unido se presentó en Bruselas hace 44 años, con todo su poderío y revestido de perro del hortelano -que ni come ni deja comer-, no nos queda más remedio que jugar con tiento esta desgraciada partida, para que lo que hoy aparece como una grave crisis de la UE, se pueda convertir en una excelente oportunidad para compactar y disciplinar el proyecto europeo, y para poner rumbo hacia el mundo de libertad, bienestar y paz que queremos insertar en las encrucijadas de los conflictos y amenazas que definen nuestro mundo.

Por eso debería quedarnos claro que el brexit no se generó y votó para salir de Europa, sino para estar en ella en todo lo que conviene -mercados, centralidad financiera y apertura ilimitada del espacio continental europeo-, y quedar fuera -brexit es brexit- de todo lo que implica cooperación, solidaridad y reciprocidad -no contribuir al presupuesto de Bruselas, controlar la circulación de personas y capitales en el Reino Unido, y mantener todos los elementos de Estado que le permitan ganar aparente influencia en todos los pleitos, ya sea pactando con la propia UE o haciendo pactos bilaterales y acuerdos preferenciales en contra de la propia UE-.

Ya lo dijo la señora May: «Nos vamos de la UE pero no de Europa», que equivale a decir que Europa tiene que dejar de ser un proyecto político para convertirse en el puro marco geográfico de una partida de póker con reglamento pirata. Por eso tenemos que negociar el brexit sin complejos, sin cesiones inocentes, y sin admitir ni un solo chantaje. Porque lo único que puede destruirnos es que algún otro país crea que se puede reír en los fociños de Europa sin pagar peaje, o que la UE arrumbó su rigor y sistemática para convertirse en la casa de tócame Roque que el Reino Unido quiere manipular. Por eso nos jugamos tanto en este desgraciado envite. Porque si la casa común entra en desorden, escapan de ella incluso los gamberros.