El principio

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

OPINIÓN

27 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La elección de las primeras palabras para construir una frase marca para siempre el destino de cualquier relato. Supongo que algo similar sucederá con las primeras notas para componer una canción o con las primeras pinceladas de un cuadro. Por eso resulta tan complejo arrancar. Las ideas merodean por la cabeza, pero hay que darles forma, del mismo modo que una receta no sirve de nada sin alguien que la cocine.

Nos sentamos ante el ordenador en busca de la columna perfecta y muchas veces lo primero que escribimos nos produce desánimo. Todo narrador debe estar siempre alerta contra el virus de los tópicos. A la mínima que se descuida, contamina su texto y lo infecta. Y lo que es peor, en la mayoría de las ocasiones el autor no es ni siquiera consciente. En realidad, cree estar ante un golpe de ingenio, pero el agente infeccioso se propaga y termina arruinando el relato. En el fútbol, que sirve de espejo para muchas cosas de la vida, ninguna buena jugada parte de un mal control de balón. Por eso nunca un texto bueno partirá con una frase desganada o insípida.

Nos preocupamos mucho del final sin advertir que, en ocasiones, las cosas terminan justo al principio. Ocurre en el cine, en la literatura y en el amor, porque un mal beso o un gesto inoportuno en una primera cita suelen conducir a un desenlace fatal. Por eso creo que debemos cuidar siempre los inicios, dedicarles tiempo y huir de las prisas y de los prejuicios. Una lección que sirve también para la política. Sobre todo para los nuevos, que creen estar empezándolo todo, sin saber que igual lo están terminando.