Tareas pendientes y de difícil alcance

José julio fernández LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

23 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El terror no parece abandonar la vida cotidiana de las democracias, sometidas en este siglo XXI a fuertes tensiones en la esfera de la seguridad. De nuevo Londres ha sufrido un atentado terrorista, objetivos blandos e instrumentos de ataque accesibles (un automóvil y un cuchillo), que se convierten en armas del terrorismo millennial. Un escenario conocido y con enorme visibilidad mundial. Aparentemente un único atacante, aunque seguro no un lobo solitario, sino un sujeto radicalizado en un contexto presencial y digital, con un facilitador para imbuirse de esa ideología e instrucciones (genéricas o precisas) de un referente o líder intermedio. Todo esto ya lo hemos vivido. A mi modo de ver, se trata de islamistas radicalizados, no de radicales islamizados. No hay que equivocar la óptica para no errar en el diagnóstico. 

Las causas del terrorismo internacional yihadista están analizadas y las estrategias de respuesta estudiadas. Sin embargo, la percepción del riesgo no baja y la integración en el seno de las sociedades europeas dista de mejorar.  Se hace necesario insistir en la educación y el refuerzo de los valores de la libertad y la igualdad, sólidos y definidos, además de las medidas policiales y militares imprescindibles frente a los delincuentes. También el lenguaje políticamente correcto a veces es contraproducente, porque diluye la responsabilidad y mengua la capacidad de respuesta de la propia democracia al perder elementos de juicio y de información precisa. Debemos mostrar un sistema democrático comprometido, con vigor ético, distante del nihilismo que relativiza todo, y que sea percibido por sus enemigos como inexpugnable. La sensiblería de los telediarios es una muestra de lo que no hay que hacer. A la sociedad hay que ofrecerle verdades y análisis serios, pues solo el conocimiento garantizará nuestro éxito como colectivo.

Otra vez hay que confabularse para que, desde los poderes públicos y la ciudadanía, se reafirme el compromiso con el paradigma de los derechos fundamentales y se exija una mayor determinación en la esfera internacional para acabar con la lacra terrorista. Nuevamente denunciamos la tibieza real (que no teórica oficial) de distintos actores en la lucha contra el terrorismo. En los poliédricos escenarios de Siria e Irak, de donde beben los terroristas de Europa, la lucha contra el Estado Islámico ocupa un lugar secundario en las prioridades de las diversas partes, más preocupadas por (en función del caso) derrocar al régimen, mantenerse en el poder, impedir el asentamiento de los kurdos, conservar la autonomía, menguar la influencia chií, eliminar el peso suní, asegurar recursos, etcétera. Especialmente Europa debería presionar de modo intenso para cambiar estas visiones, verdadero desafío frente a los disparatados intereses económicos que hacen que los promotores del fundamentalismo violento y terrorista sean nuestros aliados. Ver para creer.