Hacer lo posible para lograr lo deseable

JOsé blanco FIRMA INVITADA

OPINIÓN

14 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Dentro de unos días conmemoraremos los 60 años de la firma de los Tratados de Roma, germen de la Unión Europea, el mayor sueño colectivo que haya tenido este viejo continente en su larga y turbulenta historia. Todo un milagro erigido poco más de una década después sobre los rescoldos de la mayor hecatombe desencadenada por el hombre.

A pesar de lo mucho que hay que celebrar, lo cierto es que el aniversario nos sale al encuentro en un momento de incertidumbre, de zozobra, interna y externa.

A los desgarros provocados por una década de crisis y una política económica que la ha agravado en su duración y consecuencias -altas tasas de paro, anemia económica, desigualdad creciente- han venido a sumarse acontecimientos políticos inimaginables hace apenas dos años -el primer abandono de un Estado miembro- y un contexto exterior nada halagüeño -el drama de los refugiados, la agresividad exterior de la Rusia de Putin, el repliegue nacionalista de los Estados Unidos de Trump-, todo ello cuando resurgen en el seno de Europa algunos de sus peores fantasmas: el nacionalismo, el autoritarismo, el populismo.

En este contexto, lejos de asumir el rol que le corresponde como presidente de la Comisión Europea, el corazón ejecutivo de Europa, Jean Claude Juncker ha eludido su responsabilidad de sacarla de su «crisis existencial» lanzando al tablero un Libro blanco sobre el futuro de Europa que, en vez de plasmar una hoja de ruta clara en el momento más complejo, se limita a enunciar distintos escenarios más propios de una consultora que del guardián de los tratados.

Europa no puede seguir igual, ni mucho menos desandar el camino andado. Al contrario, Europa necesita recuperar la confianza, en sus fuerzas y en sus sueños. Necesita volver a inspirarse en su herencia humanista, germen de los valores universales de los derechos de la persona, de la libertad, la democracia, la igualdad y el Estado de Derecho. Necesita volver a alimentar la solidaridad entre sus pueblos y a impulsar el progreso social y económico para dar nuevos bríos al proceso de creación de esa unión cada vez más estrecha soñada en el Tratado de la Unión.

Para ello, debe reforzar la política económica expansiva para alimentar el crecimiento y el empleo; debe profundizar en la unión económica y monetaria y dotarla de un presupuesto con recursos propios, como los derivados del impuesto de transacciones financieras; debe ser implacable en la persecución del fraude y la evasión fiscal; y debe desarrollar el pilar europeo de derechos sociales sobre el que apoyar la construcción europea en el siglo XXI, reforzando la cohesión, la solidaridad y la convergencia, reduciendo las desigualdades. Y por justicia, y por decencia, debe dar soluciones a la crisis de refugiados, empezando por cumplir los compromisos sobre reasentamiento.

Europa no puede permanecer por más tiempo en el diván. Quienes quieran dar pasos adelante en la integración deben poder hacerlo, sin ser cautivos de los reticentes, y sin renunciar al sueño de una Europa federal.

Si como dijo Delors, Europa necesita un alma, empecemos por hacer lo posible para lograr lo deseable.