Topónimos que se pierden

Francisco Ríos Álvarez
francisco ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

04 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

E l Tratado de Maastricht fue el pan de cada día en los medios de comunicación hace un cuarto de siglo. Se recordó entonces que el nombre de esa ciudad neerlandesa tenía una forma española, Mastrique. Lope de Vega nos lo recuerda con su obra El asalto de Mastrique por el Príncipe de Parma. Calderón y Tirso también la mencionan. Pero después cayó en el olvido, y cuando volvió a tener importancia en nuestros asuntos se prefirió utilizar el neerlandés Maastricht. 

Hay quien es partidario de que los topónimos tengan una forma única, la propia del lugar que designan. Otros creen que debe conservarse las que tienen en otros idiomas, pues forman parte del acervo de los pueblos, y su desaparición es una pérdida.

Este problema ha resurgido tras la noticia de que el próximo Tour partirá de la Vendée, un departamento del oeste de Francia. Tiene este lugar un nombre español ya comatoso, Vandea. La Wikipedia lo conserva como título del artículo que le dedica al lugar, y la Ortografía de 1999 lo recogía en su lista de topónimos. Sin embargo, es mayoritariamente ignorado. Entre quienes optan por Vendée aparece la Academia Española, que en su diccionario define vandeano como «Natural de la Vendée, territorio de Francia».

Otros nombres españoles de lugares de Francia han pasado a mejor vida o están en las últimas. Quizá los lectores de más edad recuerden del colegio la ciudad gala de Tolosa, a veces mencionada como Tolosa de Francia. Sobre ella ha triunfado el francés Toulouse, quizá porque evita la confusión con la Tolosa guipuzcoana. A La Rochela de poco le vale aparecer así en el Quijote, y en Mateo Alemán, Góngora, Quevedo, Baroja o Alejo Carpentier. Los gustos se inclinan hoy por La Rochelle, aunque sea como preferir sus mejillones a los de la ría de Arousa. Y muchos no sabrán ni que Lille fue alguna vez Lila.

La lista de topónimos en español que están en peligro es larga y no se limita a los franceses. Tampoco hay referencias claras que puedan orientar a quienes tienen dudas en estos casos. La edición de la Ortografía de 1999 publicó una amplia nómina de topónimos en otras lenguas y su forma en la nuestra. La del 2010 la recortó y la dejó en los nombres de países y de sus capitales. Madariaga escribió con amargura en 1970 que «España ha perdido el valor que antaño tuvo para acuñar con el sello de su espíritu los vocablos extranjeros». Hoy ya no se trata de acuñar, sino de conservar.