La enésima batalla en la guerra de la atención

joSÉ mARÍA gaRCÍA-LASTRA EL DEBATE

OPINIÓN

26 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace muchos años ya que el smartphone dejó de ser un aparato de telefonía móvil; también dejó de ser un dispositivo multifunción. Hoy realmente es una prolongación de nuestro propio cuerpo y, sobre todo, de nuestros propios sentidos. Es un multiplicador de nuestras capacidades y un instrumento que potencia el conocimiento de nuestro entorno y no necesariamente del más próximo geográfica o físicamente. Analizado desde algunos sectores muy concretos, se le da calificativos tan dispares como reales. Decimos de él, con toda lógica, que es el transistor del siglo XXI, que accede a todas las señales de audio; o que es el GPS universal, que reúne todas las capacidades que precisamos para orientarnos; o la gran cámara de fotos para todo momento. Y así podríamos seguir eternamente.

El smartphone ha conseguido que vivamos siempre conectados al mundo. Pieza fundamental de esta era del hombre online. Siempre on. Siempre disponibles para recibir información y para solicitarla. En cualquier momento nos llega un mensaje y en cualquier instante podemos enviarlo. En cualquier punto y en cualquier lugar del mundo accedemos a toda la información y cualquiera se puede poner en contacto con nosotros. El hombre nunca soñó con tener accesible tal cantidad de contenidos o de cultura; aunque muchos digan que es una cultura de uso rápido.

WhatsApp es una de las revoluciones dentro de la revolución del smartphone. Los españoles consultamos esta red de mensajería rápida más de ciento cincuenta veces al día; lo que hace que la mitad de los conductores reconozcan haber enviado mensajes conduciendo, con el evidente riesgo que ello conlleva. Y es que nuestros dispositivos inteligentes, auténticas navajas suizas de nuestro tiempo, que nos acompañan siempre y que consultamos sin parar, no son tan perfectos aún. Estas nuevas extremidades deben evolucionar mucho y llegar a integrarse más con nosotros; deberán parecerse a las gafas inteligentes o a otros dispositivos que se adaptan a nuestro cuerpo. La realidad aumentada apunta en esa dirección. Es, al fin y a la postre, la tecnología que mezcla el mundo real y el virtual. Que nos permite ver y oír a las personas y recibir información en paralelo y sin distraernos.

En el fondo, la batalla que se está luchando es la de la economía de la atención. Marshall MacLuhan ya nos alertó sobre los peligros del exceso de información con unos avisos casi apocalípticos. Pero fue sobre todo Alvin Toffler quien anunció una continuidad de olas de cambios en una sociedad que se transforma una y otra vez. El resultado es un mundo distinto, más informado y más conectado. Para algunos, excesivamente conectado; para otros -para mí-, un mundo en el que, sabiéndose conducir y con la educación necesaria, disfrutamos de informaciones relevantes y nunca excesivas.