El gran pesebre

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

24 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La página 249 de la sentencia de la Audiencia Nacional que conocimos ayer sobre el caso de las tarjetas black de Caja Madrid hace referencia a su fusión con… ¡otras siete cajas de ahorros!, y de cómo el Estado (a través del FROB, es decir, de todos nosotros) tuvo que aportar miles de millones para sanear una entidad financiera zombi bautizada como BFA-Bankia.

Para entender cómo se pudo llegar hasta ahí el punto de inflexión está en la llegada de Miguel Blesa en el año 1996 a la presidencia de Caja Madrid; de la mano de José María Aznar y con los votos de consejeros del PP, de IU y de CC.OO. Este señor creó la criatura black que la sentencia califica de método continuado de apropiación indebida, y con la que se rodeó de un gran pesebre de estómagos agradecidos: el consejo de administración y la comisión de control de la entidad.

Fue así cómo sesenta y tres altos cargos (también del PSOE, de tres sindicatos, representantes empresariales o de la Casa Real) se convirtieron en colaboradores necesarios de esa apropiación indebida. A cambio de lo cual garantizaban al señor Blesa, y luego a su heredero súper popular Rodrigo Rato, las mayorías, votaciones y asentimientos que condujeron desde el año 1996 a Caja Madrid-Bankia hacia la bancarrota y la consiguiente nacionalización a cargo de los contribuyentes. Con preferentes y cláusulas suelo, para que de nada faltase.

El señor Blesa y el señor Rato, condenados por apropiación indebida, conviene saber que figuraban en consejos de empresas como Dragados, Endesa, Criteria, Banco de Santander o Telefónica. Lo que los convierte en patas negras del capitalismo de amiguetes que tiene cautiva la democracia española. Admirados en los mejores salones del establishment, de la beautiful people y de los VIP de España.

Y que los doce millones de euros que cobraron, o autorizaron a cobrar indebidamente, y aunque la Audiencia no lo considere administración desleal, constituyen apenas el pienso y calderilla que distribuían para curarse en salud de críticas a su gestión en los órganos de gobierno de la entidad. Como alardeaba un conocido trombonista y político español en esos años: «A todos los cerdos les gusta el pienso, solo hay que saber cómo dárselo». Y vaya si se lo daban. Eso sin contar pólizas colectivas de diversos seguros, o líneas de préstamo en condiciones llamadas especiales.

Una gestión colectiva, de esos sesenta coleguillas de Blesa y Rato, que a millones de españoles nos está costando el estar endeudados de por vida y sufriendo un galopante deterioro de nuestros servicios públicos. Mientras tanto nos siguen gobernando sus padrinos, porque lo peor del asunto es que aún una mayoría de ciudadanos está esperando que llegue la ocasión de su tarjeta black. Y así nos va.