Los cuarenta populares

Pedro Armas
Pedro Armas LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

23 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En política no hay más de cuarenta populares. Todos compiten por entrar en la lista de los cuarenta. Procuran que música y letra suenen bien a los oídos del pueblo. Saben que para ser populares tienen que ser populistas. Según el Diccionario, populismo es la tendencia política que pretende atraer a las clases populares. Es decir, todos los partidos políticos son populistas, ya que, sin atraer el voto de las clases populares, ninguno conseguiría colocar a sus candidatos entre los cuarenta y, menos aún, colocar a su líder en el número uno de la lista. Por eso, acusarse de exceso de populismo entre partidos políticos es como acusarse de exceso de ciudadanía entre ciudadanos o exceso de vecindad entre vecinos. Como el leitmotiv es el tema dominante y recurrente en una composición musical, el populismo es el leitmotiv en la política.

El populismo es negativo cuando incentiva la demagogia contra el pueblo, pero es positivo cuando incentiva la capacidad del pueblo para gobernarse a sí mismo. El término populismo no es unívoco, depende mucho del adjetivo que lo siga. Hay populismos caudillistas, nacionalistas, izquierdistas... Todos tienen como común denominador la necesidad de definir adversarios a los que enfrentarse. Para el populismo ultranacionalista de Trump o Le Pen son los inmigrantes o los refugiados, a modo de cabezas de turco. Para el populismo catalanista son los nacionalistas españoles, a modo de franquistas recalcitrantes. Para el populismo españolista son los nacionalistas catalanes, a modo de secesionistas irredentos. Para el populismo izquierdista de Podemos son los corruptos de la casta o los privilegiados de la oligarquía, a modo de sujetos con significados flotantes.

La expansión de los populismos nacionalistas es una reacción ante la globalización. La expansión de los populismos izquierdistas es una reacción ante el retroceso de la socialdemocracia y, lo que es peor, de la democracia. Unos y otros se han reactivado durante una crisis en la que las clases populares han perdido sus certezas. Los de clase media-media saltan a la clase media-baja, los del proletariado saltan al precariado y los jóvenes saltan al vacío por encima de la brecha generacional. Simultáneamente, el populismo caudillista se alimenta de la confusión y le añade ingredientes. Cuando Putin es un modelo a seguir, algo va mal. En una conferencia reciente el líder ruso reclamaba a la vez los principios del populismo y de la tradición ilustrada. Putin en estado puro, contradictorio como Rudyard Kipling, que tanto escribía El libro de la selva, con moraleja sobre la importancia del sujeto colectivo, como decía: «La verdad no se decide por el voto popular». Al fin y al cabo, el pueblo vota los cuarenta populares, pero las discográficas deciden qué música se pincha.