Violencia machista y desprecio a la mujer

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

22 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La violencia machista ha vuelto a golpear a Galicia. Esta vez desde Chapela. Y de nuevo se suceden las voces alertando de situar a la mujer en el papel que le corresponde en la sociedad y no al que ocupaba en los años del Cuéntame cómo pasó para así acabar con la lacra machista. Pero como sigamos por este camino no solo nos apartaremos del objetivo, sino que dentro de nada vamos a lograr que las mujeres recuperen el lugar que les marcaba la Sección Femenina: cocina, dormitorio, maternidad y entrega a su marido. Trabajo costó borrar aquello del «descanso del guerrero», que decían los manuales, pero hoy incluso algunas instituciones y personajes públicos se empeñan en recuperarlo.

La judicatura, por ejemplo. Tribunales hay que apuestan y premian a la mujer obediente, entregada por amor a su marido, que no se entera de lo que este hace y que cree que los palacetes de lujo los trae la cigüeña de París. Cuando un tribunal premia a la mujer sumisa, obediente y entregada absolutamente a lo que decida su marido, está justificando su inferioridad intelectual.

La violencia machista hay que combatirla desde todos los ángulos. Sin tregua. Cuando una grada jalea a un futbolista maltratador; cuando un tertuliano califica de «zorra» a una concejala; cuando un diputado pone en duda las denuncias por violencia; y cuando un cargo público dice que las mujeres están para violarlas, lo que hacemos es alimentar el desprecio y la violencia. Como cuando se justifica con un «ya ha pedido perdón» el comentario obsceno e intolerable de un representante político.

«Todos los días deberíamos dar gracias a Dios por habernos privado a la mayoría de las mujeres del don de la palabra», escribió Pilar Primo de Rivera. Añadía la intelectual doña Pilar que «la vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular, no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse». Que será, digo yo, quien acabe asesinándola.