La gente ya no toma brandi

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

10 feb 2017 . Actualizado a las 08:27 h.

El brandi quedó asociado en mi memoria a dos personas tan queridas como admiradas: el escritor Ánxel Fole, que lamía hasta la última gota de la copa en el viejo Bar Lugo, y don Virgilio, mi maestro de primeras letras, que sellaba sus almuerzos con un trago de Fundador en el café Plaza de Monterroso. Ambos han desaparecido y los parroquianos de los nuevos establecimientos -el Lugo y el Plaza también se fueron- desertaron del brandi y se pasaron con armas y bagajes al gin tonic y otras bebidas espirituosas. Lo acaba de dictaminar el INE al excluir el coñac nacional del listado de 479 productos que componen la cesta de la compra de la familia española media. Si algún nostálgico persiste en su consumo, su peso es tan poco relevante que no merece ser tenido en cuenta a la hora de elaborar el índice que señala el coste de la vida.

Unos se van y otros llegan. Se va el brandi, pero también la videocámara con la que registrábamos el veraneo en Corrubedo o el DVD donde grabábamos la última de Berlanga o perpetuábamos la fiesta inolvidable. Y abrimos un hueco en el presupuesto para abonar los servicios de música y vídeo online, que no todo va a ser piratería, o sellar la primitiva que depositamos en el carrito de la compra, o pagar las cápsulas de café monodosis que empiezan a desplazar al torrefacto de toda la vida.

Mudan los tiempos y cambia, en consecuencia, la composición de la cesta de la compra. Y se modifica también la ponderación de cada artículo, y de cada grupo de productos, en el conjunto. A veces simplemente porque cambian nuestros gustos: trocamos el brandi por el gin tonic, o el Ducados por el Camel, pero el peso del tabaco y del alcohol se mantiene relativamente constante en los últimos años: en torno al 3 % de la cesta tipo. Otras veces porque aparecen bienes o servicios inimaginables para nuestros abuelos. Pero, sobre todo, porque aumenta la renta media y precisamos una tajada cada vez menor del presupuesto para cubrir las necesidades básicas.

En 1958, vísperas del desarrollismo y de mi acceso al aula de don Virgilio, casi el 70 % del presupuesto familiar se destinaba a alimentar el estómago y a cubrir el cuerpo. Hoy, el gasto en alimentación, vestido y calzado acapara poco más de la cuarta parte -26,5 %- de la cesta de la compra. Basta ese dato para certificar una evidencia: este país de los smartphones se parece muy poco al país de los andenes que, seis décadas atrás, pronto se verían abarrotados de turistas que venían al sol y de trabajadores que se iban a la sombra de las fábricas europeas.

Mirado a distancia, el desarrollo es evidente. Mirado de cerca, la nueva cesta diseñada por el INE presenta algunos mimbres inquietantes. El peso de la alimentación, por ejemplo, aumentó en el último año, lo que significa que hubo que privarse de otras cosas. Pero el análisis al detalle deberá esperar. Hoy solo pretendía escribir el epitafio de aquellos productos que, como el brandi, ya no están entre nosotros.