O nos calentamos todos o rompemos el brasero

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

25 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Yo no entiendo nada de las cosas de la energía, pero si a mí me nombraran ministro del ramo me plantearía si cuando me llaman a una entrevista acudo como tertuliano o como responsable del sector. Uno no puede ir a un foro público a decir que la cosa está muy malita, que no puede hacer nada al respecto, y que va a encargar un informe para ver por qué todos los ciudadanos pagamos más por calentarnos, o encender la cocina, cuando más falta nos hace.

Para que me entiendan, quiero que los lectores se imaginen al nuevo entrenador del Barallobre Club de Fútbol, pongamos por caso, diciendo que van a perder los próximos veinte partidos y que en los próximos veinte años no van a ascender de categoría; sería despedido de inmediato. Pues bien, poco más o menos es lo que ha hecho el flamante nuevo ministro, al que estoy seguro de que le salen los másteres por las orejas: la luz subirá una media de cien euros al año y en los próximos años las cosas no irán mejor porque tenemos deudas heredadas; no podemos hacer nada. ¡Vaya programa!

La historia de las eléctricas en España daría para una larga telenovela y su situación actual, un oligopolio con consejos de administración plagados de expolíticos inútiles, y dudosos mecanismos de regulación, daría para dos. A cualquier persona mínimamente formada le bastarían dos semanas para saber dónde están las trampas en el sistema y adoptar algunas medidas elementales, sin embargo, un tipo listo y bien formado, como el actual ministro, dice que no sabe qué se puede hacer.

Yo puedo entender que las angulas suban cuando se acerca la navidad: es un producto de lujo, escaso, y el que lo quiera, debe pagarlo. No podría entender, sin embargo, que los antigripales subieran de precio coincidiendo con el pico de la gripe. Pues bien, eso es lo que está ocurriendo con los precios que pagan los hogares: la electricidad y el gas suben más cuando más lo necesitamos y la demanda es más alta. Por supuesto la culpa es de Francia, del petróleo, que ayer bajó, y de la pertinaz sequía, y es ahí donde me han tocado las narices.

En octubre de 1945, el ministro de Obras Públicas declaró: «Parece oportuno informar al país del alcance de esta situación de sequía sin precedentes, y aprovecho por ello esta ocasión para hacer un llamamiento a la serenidad y patriotismo de los españoles para conllevar, por un plazo que Dios quiera que sea breve, las molestias y dificultades y hasta duras pruebas a que puedan verse pasajeramente sometidos». ¡Ay, Señor, otra vez no!

Si yo fuera el ministro, Dios no lo quiera, no encargaría informe alguno y sentaría a los representantes de las compañías de electricidad, de gas, y demás operadores, en una mesita camilla, con un braserito y un buen vino. Les explicaría que por ahí no van bien las cosas, que a la gente se le están hinchando las narices y que o se ponen de acuerdo en cómo mejorar la eficiencia del sistema o que una ola, no precisamente populista, se los va a llevar por delante. La cuestión es que decidan si ocurrirá de forma suave o brusca. Ya ha pasado con las compañías farmacéuticas y los precios de los medicamentos, con la gestión de las cajas de ahorros y, ahora, la cuestión de la energía empieza a estar en la agenda de algunos partidos. En resumen, valga la metáfora, o nos calentamos todos o rompemos el brasero.

Les dejo, es la hora punta del precio del kilovatio y voy a apagar el ordenador.