Robar, agredir y hotel de residencia

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

23 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El título de este lunes es una sucesión narratológica. Aunque bien pudiera cambiar los dos primeros verbos. Quién sabe el orden aplicado por los miserables que asaltan las casas del rural y golpean a sus moradores. En Allariz, a un hombre y a una mujer de 82 y 83 años, los asaltaron, golpearon y robaron la pasada semana. No son los primeros. No serán los últimos. El miedo en los delincuentes parece no existir. Nuestro sistema los protege incluso más que a las víctimas. No lo entiendo.

Las cárceles son centros de internamiento y quieren ser de rehabilitación. Pocas veces conseguimos lo segundo. En lo primero, en cambio, mejoramos ostensiblemente. Tanto que hemos pasado de los cuartos oscuros con barrotes a auténticas residencias con cuatro comidas al día, calefacción potente y honorarios para los reclusos. Entre partirse las dorsales trabajando bajo el frío y robar, algunos eligen lo segundo. Me hartan los «ladrones buenos». Y también los de guante blanco, como he escrito muchas veces. Los ladrones buenos son esos que «obligados por el sistema» se echan a la calle navaja en mano. Si los pillan, en algunos casos van a la cárcel. En otros, la inmensa mayoría, entran por una puerta del juzgado y salen por otra. Derecha o izquierda. En cuestión de puertas, como en política, es lo mismo. La política judicial y penitenciaria a lo largo de la democracia no ha marcado diferencias.

Creo que el asunto merece una reflexión seria de los políticos. Ladrones los ha habido siempre, dirán los antisistema. Y tienen razón. Y los derechos humanos deben protegerse sin fisuras. Y también la tienen. Pero no es menos cierto que los derechos humanos son para todos y las lágrimas del matrimonio de Allariz, golpeado y robado, merecen mayor atención de la que han tenido por parte de la política. Nada de esto se puede consentir. No se puede hacer de la impunidad el certificado de nuestra democracia. Porque si los directivos de Caixanova entraron en la cárcel «para evitar la impunidad», como titulaba acertadamente nuestro periódico el pasado miércoles, los ladrones del rural deben visitarla y sufrirla (enfatizo: ¡y sufrirla!) por sus delitos. Entre lágrimas, la mujer de Allariz declaraba: «Esta xente non ten corazón. Ao que chegamos de vellos». Cierto. No lo tienen. Y la sociedad no va a restituírselo. Pero por lo menos que nos quede la tranquilidad de obrar con rectitud y equidad. Porque en estos tiempos en los que tanto reclamos justicia, olvidamos aplicarla contra aquellos que actúan de este modo tan cruel. Reincidentes en la mayoría de los casos. Un ladrón que ha robado cincuenta veces no puede estar en la calle. Como no pueden estar sueltos los que han hecho del abuso, el maltrato, la violencia y el latrocinio en el rural su profesión y empleo. La democracia no puede permitirlo.