Normas sociales y sanciones

Manel Antelo
Manel Antelo TRIBUNA

OPINIÓN

04 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Situación número uno: los autobuses suelen mostrar un letrero advirtiendo a los usuarios que lleven el bono o el dinero en la mano para agilizar el cobro; algunos hacen caso a la advertencia, pero muchos otros la ignoran. Situación número dos: en las escaleras y pasillos mecánicos del metro o de cualquier otra dependencia concurrida, la inmensa mayoría de la gente suele pegarse a un mismo lado para dejar expedito el otro. Situación número tres: en sitios como los aeropuertos, los restaurantes de comida rápida, los cines o las estaciones de tren, los usuarios suelen hacer cola para ser atendidos.

Las tres situaciones ejemplifican regularidades gobernadas por reglas de actuación sociales. Sin embargo, y a pesar de su aparente similitud, son muy diferentes entre sí. En particular, no todas son normas sociales en sentido estricto. Les cuento el porqué. En el primer caso hay una regla escrita, aunque el comportamiento de la gente acaba siendo más o menos arbitrario. De hecho, quienes hacen caso omiso no reciben sanción alguna, aunque su conducta contraríe a más de uno e inflija a todos un coste en forma de tiempo perdido. Otro tanto ocurre con el oreo de las sábanas por las ventanas de los pisos, pasen o no viandantes en ese momento por la acera, o con los peatones que cruzan la calle ignorando el semáforo en rojo. En el segundo caso no existe ninguna regla escrita; lo que hay es más bien una convención que la gente suele respetar. A una persona que vaya sin prisa le debería dar igual quedarse en un lado de la escalera que en el otro, por lo que adaptarse a la convención no le acarrea coste alguno. Tampoco aquí suele haber sanciones: la persona que va por el lado equivocado no suele tener inconveniente en moverse de lado si tiene que dejar paso a otra que, más apurada, va por el lado de los que van deprisa.

Sin embargo, las cosas son distintas en el tercer caso, ya que ahora la regularidad que se ha dado la gente conlleva intrínsecamente una sanción. Si a alguien se le ocurre colarse, será agriamente amonestado por las personas que llevan tiempo esperando. Es más, incluso se le protestará a la persona encargada de despachar si se equivoca y atiende a quien no le corresponde. La diferencia con lo que sucede en los autobuses es palpable. En los autobuses hay una regla escrita que no se cumple. En las colas no hay ninguna regla escrita, pero la que la gente interioriza se cumple a rajatabla, pues el lugar que cada persona ha conseguido en la cola lo considera un derecho adquirido. Por último, la diferencia de las colas con lo que sucede en las escaleras mecánicas es que la convención de situarse en un lado de la escalera se respeta aun sin mecanismos sancionadores, mientras que las colas funcionan, no de manera espontánea, sino por la amenaza sancionadora.

De los tres casos descritos, solo el respeto a la cola ejemplifica que una norma social es una regla -escrita o no- que la gente respeta por la amenaza de recibir una sanción. Que esta sea dura o leve, frecuente o esporádica, o que la lleve a cabo alguien ajeno al grupo o se ejerza endógenamente no son aspectos menores, pero sí secundarios.