Lecciones terribles de la batalla de Alepo

OPINIÓN

15 dic 2016 . Actualizado a las 08:35 h.

Lo primero que llama la atención es que la ONU, que no tiene ninguna salida para la guerra de Siria, que da consejos sobre los refugiados pero no resuelve nada, está acompañando el fin de la masacre de Alepo con una absurda y estéril deslegitimación de Bachar al Asad, que, lejos de hacer justicia al martirio de la ciudad, hace imposible la superación del conflicto. La historia viene de atrás, y repite errores conocidos. Porque, desde el mismo momento en que asomaron los insurgentes, y antes de evaluar su capacidad para generar una alternativa realista al dictador, tanto la ONU como la OTAN se enamoraron de lo que consideraban un ramal de la primavera árabe, dejaron solo a aquel dictador con el que habían convivido encantados, y alentaron la guerra civil.

A la vista de la inmediata catástrofe, siempre ambiguos y cobardes, tanto los Estados Unidos como la ONU y la UE se situaron au-dessus de la mêlée, que en cristiano quiere decir cinco cosas: favorecer una guerra que no se llame guerra; combatir para ganar sin enseñar los combatientes; bautizar a las partes contendientes a conveniencia del que hace de bueno: terroristas, soldados, fuerzas interpuestas, fundamentalistas y rusos; y esperar a que, alcanzado un razonable nivel de destrucción, se inicien los grandes negocios de la reconstrucción, el rearme, la dolarización y la supeditación del ganador al primo de Zumosol.

Pero esta criminal estrategia, que ya había fallado en Afganistán, Irak, Libia y otros solares, resultó en Siria una cruel chapuza, cuando, a la falta de alternativas políticas y militares para una paz razonable, se unieron dos espontáneos -Putin y el Estado Islámico- que le llaman guerra a la guerra, que enseñan y usan sus armas y combatientes, y que no creen en la mandanga de las guerras blandas y difusas en las que nadie mata, nadie muere, nadie gana y nadie pierde. Por eso puede decirse que, siendo cierto que el estallido de esta guerra civil llena de facciones y terroristas tiene su origen en Siria, la prolongación de la carnicería durante siete años, y el dejarlo todo arrasado -con la dictadura deslegitimada, la insurgencia fragmentada, el EI campando por sus respetos y Rusia ganando la guerra- es un desgraciado mérito de la OTAN, de Obama y de la UE, apadrinado por la ONU.

Tal como están las cosas -¡Dios me perdone!- no hay ninguna solución para Siria que no sea la victoria de Rusia y la continuación del dictador Al Asad. Y cuanto antes se alcance este suceso, antes se detendrá la carnicería y más pronto volverán nuestras carroñeras diplomacias a pactar con Rusia su parte del negocio. Lo otro -invocar a destiempo la paz, el humanismo, la justicia y el cambio político- no es más que seguir martirizando al pueblo sirio, que ya se quedó sin Estado, y puede perder también su identidad. Un horror. Y una vergüenza.