Es sorprendente el laberinto en que se han metido los líderes europeos, con una serie de acontecimientos imprevistos en cuestión de poco tiempo. Es como si los políticos hubieran perdido el rumbo. Creo que todo empezó con Cameron y su referendo, que produjo la tormenta del brexit y nos dejó perplejos. Cuando lo habíamos asumido, se produjo la bomba electoral americana, que trajo a un presidente con el que no se contaba. El nuevo inquilino de la Casa Blanca va a gobernar con dos principios anunciados: «Primero Estados Unidos» y «Si los europeos quieren defensa, que la paguen». Pues eso es lo que viene, aislamiento norteamericano y gastar más en defensa. El aislamiento y el gasto son consecuencia de que Trump quiere emplear el dinero en sus ciudadanos para que vivan mejor. Bien, pero debe asumir que EE.UU. dejará de ser la nación líder del mundo y que su puesto lo ocuparán otros, como por ejemplo los brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que desde hace tiempo se presentan como un grupo de poder mundial.
Así, ha llegado la hora de Europa para defender con firmeza los valores de la democracia liberal, los derechos humanos y el libre comercio. Para todo ello, Europa debe asumir su propia defensa, tanto militar, como diplomática y económica. Todo eso está por hacer. Se acaba de proponer en Bruselas un plan de Defensa en el que Europa cuente con un poder suficiente, no dependiente del exterior, basado en los esfuerzos de un núcleo central, con Alemania, Francia, Italia y España, que debe estar aprobado antes de las próximas elecciones en los tres primeros países.