Menús escolares y creencias religiosas

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

04 dic 2016 . Actualizado a las 16:10 h.

«Madres de 21 marroquíes de Foz protestan al eliminar su colegio la alternativa al cerdo en el menú». Con ese titular informaba ayer este periódico sobre un conflicto cuyo fondo es mucho más trascendental de lo que parece a simple vista: el de cuál debe ser el papel de las creencias religiosas en un Estado no confesional.

El colegio de Foz objeto de polémica, que ofrece a los niños musulmanes, como solución de equilibro, repetir el primer plato, mantuvo durante años la opción de un plato alternativo para quienes por motivos religiosos no querían comer cerdo. Ahora, y a la vista de la protesta de muchos padres que consideran discriminatoria tal opción, la dirección del centro ha decidido atenerse estrictamente a la ley, según la cual el menú será común para todos los usuarios del comedor salvo en los casos de alergia o intolerancia. Esa es, a mi juicio, la justa solución al problema planteado.

A ella se oponen, en primer lugar, aquellos que cuando el dedo señala a la luna miran solo al dedo: los convencidos de que todo se soluciona echando mano de ese sentimentalismo tóxico sobre el que el psiquiatra británico Theodore Darymple ha escrito un libro homónimo que no tiene desperdicio. ¿Y si piden también menú los veganos o los vegetarianos? Pues se les sirve, ¡qué caramba!, aunque haya que convertir los comedores escolares en un descomunal babel alimentario. Total, paga Juan Pueblo.

Luego están los que defienden los menús especiales para niños musulmanes, lo mismo que el uso del burkini o del velo en las escuelas, porque consideran que cualquier creencia de un grupo religioso minoritario supone por definición una causa identitaria, pluricultural y, por tanto progresista. Progresista, sí, aunque resulte tan atentatoria a la dignidad de las mujeres como esas ropas que las obligan a esconder el pelo, la cara o el cuerpo entero. Son los mismos que, curiosamente, ponen el grito en el cielo porque haya crucifijos en las aulas y que, sin duda, considerarían un atentado intolerable a la aconfesionalidad del Estado que un grupo de madres católicas protestase porque a sus hijos no se les ofreciera en el comedor escolar un plato alternativo a la carne los días de vigilia.

En un Estado no confesional y en una sociedad compleja donde existe una pluralidad de religiones, solo es posible que todas ellas puedan convivir sin lesionarse mutuamente aceptando el principio de que la ley general no puede verse excepcionada constantemente para contentar a todo el mundo al mismo tiempo. O la ley es para todos o no habrá forma de que podamos coexistir. Por eso, por las mismas razones que he defendido que no debe haber en las escuelas públicas simbología religiosa, creo que la de Foz ha hecho lo correcto al impedir que una creencia religiosa completamente respetable en el ámbito privado sea convertida en un criterio para organizar la oferta de su comedor.