Despedida a Fidel Castro

José Luis Meilán Gil
José Luis Meilán Gil AL PASAR EL FIN DE UNA ERA

OPINIÓN

02 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que sea la valoración sobre Fidel Castro, es innegable que ocupa un lugar destacado en la historia contemporánea. Son muchos años en los que ha estado al frente de Cuba, en etapas mundiales cambiantes, sobreviniendo a la caída de la URSS, su gran aliada. En el conjunto de Iberoamérica, Cuba ha tenido una significación especial para España, desde el comienzo de su tardía independencia y por múltiples y variadas relaciones familiares. Fraga es una referencia. Por eso me ha parecido muy acertada la presencia del rey emérito don Juan Carlos. No es mi intención analizar lo que ha supuesto la trayectoria pública de Fidel Castro. Solo unas pinceladas y su porqué. Siendo director del Consejo Universitario de Relaciones Internacionales, impulsé la relación con Cuba e Iberoamérica. Siempre he defendido que las universidades pueden servir a los intereses generales de nuestro país sin interferir en la dirección política que siga el Gobierno. Al mismo tiempo que se coopera al conocimiento científico, se crean relaciones de amistad con quienes se insertarán más tarde en la propia sociedad, sin pretender un inmediato rendimiento interesado y con el respeto mutuo por las diferentes convicciones políticas.

En ese sentido, las autoridades cubanas no ofrecieron ningún obstáculo; por el contrario, mostraron cercanía. Al pasar por delante de la plaza de la Revolución, el viceministro de Educación me señaló de un modo castizo que allí habría una misa en la próxima visita de Juan Pablo II a la que acudirían más de un millón de personas, a lo que respondí: «Y tú el primero». La noticia de ese acontecimiento nos la adelantó como primicia Fidel Castro a cuatro rectores durante una prolongada cena en el Palacio de la Revolución. Pensaba viajar a Roma para una reunión de la FAO; era un pretexto para invitar a Juan Pablo II a Cuba. Con el presidente, así le traté, estaban además del ministro de Educación, Carlos Lage, secretario del Consejo de Ministros y Felipe Pérez Roca, inseparable del comandante, que sería ministro de Asuntos Exteriores y que desaparecerían años más tarde de la escena política. Entre los variados temas tratados, Fidel Castro habló del bloqueo económico, que no ha sido eficaz y ha castigado al pueblo cubano. A ese asunto se había referido también en una reunión de rectores cubanos y españoles en el difícil «período especial» por la quiebra de la URSS en la que, declarando no estar de acuerdo con Franco, elogió que no hubiera secundado el bloqueo americano. Con ese motivo salió en la conversación el desarrollo económico y el cambio social que se había producido en España en los últimos años de aquella época; pero también que las libertades estaban insuficientemente desarrolladas. Se provocó un embarazoso segundo de silencio, del que Fidel salió del paso. Todo dicho desde la cordialidad. Por esa y por otras intervenciones, colegas cubanos me mostraron su reconocimiento.