A veces es el porquero quien dice la verdad

OPINIÓN

21 nov 2016 . Actualizado a las 09:03 h.

Es posible que el Occidente orgulloso, sometido a las bajas presiones de la estupidez y el tribalismo histórico, acabe olvidando la sentencia del Juan de Mairena -«La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero»-, para entregarse al contrario raciocinio de Humpty Dumpty: «No es el sentido de las palabras lo que importa; lo que tiene interés es saber quién manda» (A través del espejo, 1871). Para los políticos y los prescriptores de opinión es mucho más útil Lewis Carroll y su Humpty Dumpty que Antonio Machado y su Juan de Mairena. Porque, noqueados aún por las brisas de la crisis, prefieren que la verdad sea cosa del poder, mientras la racionalidad se hace esencialmente relativa: apodíctica en boca de Agamenón, e irrelevante en boca de su porquero. Y así sucede con los argumentos de la política actual, que se toman por falsos si los dice el porquero Trump, pero que resplandecen como dogmas de fe en boca de los Agamenones que pueblan la Unión Europea y el derrotado Partido Demócrata americano.

El peligro de este momento crece más en los diagnósticos equivocados y en el lenguaje correcto de los analistas y los políticos buenos que en las bravatas de Trump, que es posible que haya ganado las elecciones por decir algunas cosas que era necesario decir. «La política internacional es caótica y débil», dijo el porquero. Y esa verdad -como un templo- causó escándalos sin precedentes en los despachos de los Agamenones que han montado los guirigáis de Libia y Egipto, que toleraron el aniquilamiento del pueblo y el Estado de Siria, que se dejaron asoballar por el Estado Islámico, que vieron a Putin invadir Crimea, y que ni siquiera olieron la famosa crisis financiera que deslegitimó la globalización y sus mejores democracias.

También dijo Trump, el porquero, que la guerra de Siria, y todas las guerras difusas del planeta, hay que abandonarlas o acabarlas, y que lo único que es inseguro, indecente y cruel es mantenerlas indefinidamente, mientras van consumiendo Estados, pueblos, culturas, patrimonios y equilibrios. A los Agamenones tampoco les hizo gracia esta verdad, porque viene del porquero y los señala con el dedo.

Y la tercera verdad versa sobre los movimientos migratorios que se extienden por un tercio del mundo. Si las migraciones masivas no se ordenan -vino a decir Trump- no son sostenibles, y ni el buenismo de las asociaciones cívicas y religiosas ni el «ir tirando palante» de los Agamenones podrán evitar el colapso. Pero esa verdad, negada siempre a los porqueros, ya es evidente en Europa y en América, donde las poblaciones están asumiendo la doble militancia que emponzoña estas situaciones: darle toda la razón a Merkel, Hillary y el papa Francisco, y votar a Trump, Le Pen, el brexit y cosas así. Y así seguirá siendo mientras prefiramos a Humpty Dumpty sobre Juan de Mairena.