La gran coalición

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

28 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A algunos les gustará más y a otros menos. Pero sí. Es cierto. Lo que ayer nació en el Congreso es una gran coalición que pone sobre la mesa 255 escaños para que España tenga Gobierno, y que está condenada a entenderse. Pero también, y sobre todo, una gran coalición en defensa del modelo constitucional y en contra de quienes pretenden acabar con el sistema político surgido de la transición y con la soberanía nacional. Esa es sin duda una gran noticia para España. No lo fue tanto el que, por primera vez en democracia, los portavoces de dos fuerzas parlamentarias, PSOE y Ciudadanos, se subieran a la tribuna no para defender su posición y su voto en la investidura, sino para tratar de justificarla y de hacérsela perdonar. Esa no es la forma de comenzar una relación.

Esa paradoja de aparentar que se cuestiona al Gobierno que se promueve la evidenció el portavoz socialista, Antonio Hernando, que dedicó más tiempo a librarse del abrazo del oso de Rajoy que a argumentar por qué el PSOE facilita que gobierne el PP. Y también Albert Rivera, que llegó a decir, sorprendentemente, que votaba sí a un Gobierno que no está libre de corrupción. Había sin embargo algo de falso en ese debate. Una sensación casi de tongo, porque todos sabían que los ataques del PSOE y de Ciudadanos no pasarían de pellizcos de monja, dado que ambos saben que, si le impiden gobernar o le bloquean, Rajoy tiene en su mano el botón nuclear de convocar unas elecciones en las que tanto el PSOE como Ciudadanos son los últimos interesados.

De manera que los motivos pueden ser espurios o sinceros, pero la gran coalición es un hecho. En España las leyes importantes se aprobarán por consenso entre el PP, PSOE y Ciudadanos, o se disolverán las Cortes. Y si faltaban argumentos para articular esa gran coalición, Pablo Iglesias añadió ayer unos cuantos. Porque su esperpéntico proyecto para España se resume en el hecho de que reivindicara desde la tribuna al semanario El Jueves como medio de referencia para conocer la realidad del país; en que aprovechara el debate de investidura para insultar a Santiago Carrillo -qué necesidad había- y en decir que el Parlamento está lleno de «delincuentes potenciales», se supone que excluyendo a los diputados de su propio partido. Y combatir ese discurso es una exigencia para cualquier demócrata.

Por lo visto ayer, Rajoy va a tener una legislatura más cómoda y fructífera de lo que algunos auguran. Y no por el hecho más que evidente de que acabará alcanzando pactos con el PSOE, sino porque lo que la gran coalición tendrá enfrente tratando de impedir esos acuerdos es el discurso tremendista de Podemos, tan antidemocrático como inútil, y absolutamente ayuno de propuestas. Y esos discursos demagógicos y alejados de la realidad son muy fáciles de rebatir.

Desde el 20D, era evidente que solo mediante esta gran coalición de facto sería posible formar Gobierno y gobernar en España. Han sido necesarios diez meses para que todos lo asuman. Pero bien está lo que bien acaba.