El sendero luminoso de Pablo Iglesias

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

21 oct 2016 . Actualizado a las 08:33 h.

Cuando en el plazo de unos pocos días el líder del tercer partido del país justifica los actos violentos perpetrados por unos encapuchados en una universidad; pone como ejemplo de «salud democrática» a quienes impiden que alguien exponga sus ideas; alienta los «motines» contra el orden constitucional establecido; desprecia la función del Parlamento como centro de la vida política; anima a los suyos a «dar miedo»; insulta a la prensa y sataniza a las dos fuerzas políticas más votadas, probablemente haya llegado el momento de ponerse en guardia y dejar de reírle las gracias. Que semejantes planteamientos sean defendidos por el líder de un partido que cuenta con uno de cada cinco escaños en el Congreso no es algo que deba tomarse a broma. Y que ese tipo de discursos y actitudes cercanas al fascismo lleguen a normalizarse sería algo muy peligroso para la salud democrática de España. En otros países de nuestro entorno bastó que fuerzas que cuestionan las normas de convivencia alcanzaran una representación mucho menor para que saltaran las alarmas. Y, por ello, es necesario que también aquí la sociedad reaccione en contra de quienes no aceptan las reglas de juego.

El discurso extremista y caudillista de Pablo Iglesias sale ahora a la luz, cuando el líder de Podemos se quita la careta y pone en la picota a sus compañeros de partido más tolerantes con los usos democráticos. Algo que en su pervertido lenguaje político significa ser «tibio». Pero, en realidad, esa querencia viene de lejos. Inocular en los estudiantes el odio al modelo político surgido de la transición y a todo el que piensa diferente, que es a lo que Iglesias se dedicaba ya en la universidad mucho antes de fundar Podemos, le emparenta con personajes como el peruano Abimael Guzmán, que en los 60 adoctrinaba a los alumnos universitarios en el odio al sistema, dividiendo el mundo, como Iglesias, entre buenos (ellos) y malos (los otros). Afortunadamente, al contrario que Guzmán, que eligió luego el camino de la violencia y lideró el sanguinario grupo terrorista Sendero Luminoso, Iglesias optó por tratar de destruir desde dentro el modelo constitucional. Pero su escalada antidemocrática de los últimos días no ayuda precisamente a mantener la tranquilidad.

Frente a ese discurso del miedo y del odio, es necesario mantener la unidad democrática. El PSOE cometió un error gravísimo al aliarse con Iglesias para hacerse con el Gobierno de comunidades a cambio de entregarle a Podemos y sus aliados el control de importantes ayuntamientos españoles. Un error que está pagando muy caro. Ahora, los socialistas tratan de corregir ese error histórico alejándose de Podemos y emprendiendo el camino de regreso hacia la moderación y la defensa de los valores constitucionales. El PP y el resto de partidos harían bien en facilitar ese tránsito a los socialistas y no tratar de aprovecharse políticamente. Pero, por coherencia, el PSOE debería empezar por romper sus pactos con un partido que tacha de asesino a Felipe González.