Pedro Sánchez, Groucho Marx y Mao Tse-Tung

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La cobardía de muchos compañeros de peso a corregir en los órganos competentes el rumbo que lleva, y la sinrazón de sus incondicionales en la ejecutiva y entre la menguante militancia, están llevando a Pedro Sánchez a transitar por un camino que para la mayoría es la máxima de Groucho Marx: de victoria en victoria hasta la derrota final, y para sus fans la de Mao Tse-Tung: de derrota en derrota, hasta conseguir la victoria.

Los seguidores del estadounidense entienden que las pasadas victorias de Sánchez ante los órganos de gobierno del partido le llevarán a una derrota final que se plasmará en las primarias para elegir secretario general que ha convocado para el 23 de octubre, antes del 39.º Congreso Federal, que sería el 2 de diciembre y siempre que pase el filtro del comité federal del próximo sábado. Sus adictos prefieren, por el contrario, el adagio del líder revolucionario chino y entienden que sus derrotas en las dos últimas elecciones generales y la debacle en las autonómicas gallegas y vascas son la alborada de su victoria definitiva sobre Rajoy este otoño. Veremos quiénes son los ganadores de este recorrido obstruccionista y poco patriótico de Sánchez, que se apoya machaconamente en las bases sin importarle el votante.

Su cerrazón rompe con la norma que ha regido los destinos de la presidencia del ejecutivo de España desde 1979: que gobierna el partido ganador. Porque esto de acorralar al que gana lo estamos viendo en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas en los que, en ocasiones, los perdedores forman coaliciones variopintas cuando al vencedor le ha faltado un escaño para la mayoría absoluta, pero el Gobierno de la nación es, con perdón, más importante que el de sus partes, por mucho que se empeñen el señor Sánchez, los populistas y los independentistas en convertirlo en algo de chichinabo.

Sánchez cree que el voto mayoritario de los ciudadanos es una broma en democracia comparado con su afán de enterrar al que ha ganado en las urnas tres elecciones consecutivas porque «usted no me cae bien, señor Rajoy, ni puede liderar un Gobierno del cambio». ¿Qué cambio, señor Sánchez? ¿El de pasar del Gobierno al desgobierno? ¿Por qué niega a Rajoy la legitimidad democrática de formar ejecutivo con 170 escaños?

Albert Rivera no tiene el ego enfermizo de Sánchez ni su enconado rencor, porque facilita el Gobierno de Rajoy a cambio de 100 medidas, como antes el del socialista con canje de 150, pero en lo tocante a frases estúpidas no le va a la zaga. A su antigua declaración de jubilar para la política a los mayores de 50 años hay que añadir la de la pasada semana, cuando insinuó que el PP debe proponer a otro candidato porque «Rajoy es un presidente para una España que ya no existe». A lo que se ve, para Rivera los 7.906.185 votantes que optaron por Rajoy ni existen ni se les espera. Son fantasmas. ¡Acabáramos!