Sánchez utiliza a Podemos para derrotar al PSOE

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

23 sep 2016 . Actualizado a las 08:57 h.

¿Puede alguien convertirse en presidente del Gobierno de España en contra del criterio de su propio partido, teniendo menos de la cuarta parte de los escaños del Parlamento y apoyado exclusivamente por una fuerza política sumida en una cruenta e incierta guerra interna y por unos partidos antiespañoles cuyo voto sería imprescindible para sacar adelante cualquier ley en el Congreso? Incluso alguien con tan escaso bagaje político como Pedro Sánchez sabe perfectamente que la respuesta a esta pregunta es no. No es posible. Y, por ello, dado que sabe también de sobra, porque ya se lo han dicho mil veces y porque esa vía ya se ha explorado y está muerta, que tampoco hay ninguna posibilidad de que el PSOE pacte a la vez con Podemos y con Ciudadanos, habrá que concluir que detrás de esa propuesta de formar un «Gobierno alternativo a Mariano Rajoy» que Sánchez planteará al Comité Federal socialista se esconde solo una estrategia para mantenerse como secretario general, pero no un planteamiento honesto para sacar a España del angustioso bloqueo político en el que se encuentra.

Por más que insista en invocar a ese fantasma, Sánchez sabe también que, aunque los números den, no es viable que se convierta en presidente con el voto a favor de Podemos y la abstención de Ciudadanos. Entre otras cosas, porque eso llevaría a la aberración democrática de que el Congreso invistiera presidente a un candidato con el voto a favor de 156 diputados después de haber rechazado la investidura de otro aspirante que sumó 170 votos favorables en ese mismo Parlamento. Por tanto, su única pretensión es evitar la desautorización interna en el PSOE sometiendo a su partido, bajo amenaza de recurrir a la militancia si no le secundan, al trágala de tener que apoyarlo en un plan que sabe inútil, para convertir luego ese apoyo en un falso voto de confianza a su gestión. Algo que solo se puede explicar por la contumaz negativa de Sánchez a aceptar el hecho incuestionable de que ha perdido las elecciones dos veces consecutivas, que no puede articular una mayoría coherente y que lo que le toca a él es dimitir y a su partido liderar la oposición.

En lugar de dedicar su tiempo y sus esfuerzos a maquinar estratagemas para mantenerse en el cargo, Sánchez debería preguntarse por qué cuenta con más apoyos en Podemos que en su propio partido. Y también si lo que le conviene al PSOE es echarse en brazos de una fuerza política cuyos dos principales dirigentes admiten públicamente que el motivo de su feroz enfrentamiento no es político o ideológico, sino solo la discrepancia en torno a cuál es la mejor manera de «seducir». Se trata sin duda de un inusual rasgo de sinceridad de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, porque seducir, según la Real Academia, significa: «1. Persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo. 2. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual. 3. Embargar o cautivar el ánimo a alguien». Pues eso.