Cataluña: la cobardía de los sublevados

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

21 sep 2016 . Actualizado a las 08:46 h.

AFrancesc Homs, consejero de Presidencia cuando el Gobierno catalán impulsó a finales de 2014 aquella mascarada de consulta que tenía por objeto celebrar un referendo de autodeterminación burlando la rotunda prohibición que el Tribunal Constitucional (TCE) dictó al respecto, le ha pasado lo que es habitual en un Estado de derecho cuando existe una fundada presunción de que alguien viola las leyes que a todos -¡también a los nacionalistas!- nos obligan: que ha acabado siendo investigado por la presunta comisión de delitos de prevaricación, desobediencia y malversación, todos ellos relacionados con su bien conocida participación en la consulta absolutamente ilegal del 9 de noviembre.

Cualquiera que recuerde la actuación en esas fechas de Artur Mas -quien anunció solemnemente desde el palacio de la Generalitat la celebración de la consulta rodeado de todo su Gobierno, Homs incluido- sabe bien que el presidente y su consejero de la Presidencia no solo manifestaron su decidida voluntad de no cumplir la Constitución y las sentencias dictadas por el TCE en aplicación de aquella, sino que lo hicieron presumiendo, con recochineo, de que llevarían a cabo esa violación, pues ellos solo obedecían al Parlamento catalán.

Por eso llama la atención profundamente que Homs venga a defenderse con el argumento peregrino de que no estaban claras las sucesivas resoluciones a través de las que el TCE prohibió taxativamente la celebración del referendo y del esperpento con el que el secesionismo pretendió sustituirlo.

Obviamente Homs, como cualquier otro ciudadano español, condición de la que él reniega, tiene todo el derecho a mentir en su defensa si considera que con ello protege los derechos que le garantiza nuestra Constitución, la misma que Homs desprecia. Lo que no resulta, sin embargo, coherente, es que quienes, en plan machote, han encabezado una auténtica sublevación institucional contra el Estado carezcan del coraje necesario para ser consecuentes hasta el final con su actitud desafiante, desobediente y levantisca.

Como enseña la historia, lo que cabía esperar de quienes se han comportado como unos verdaderos fanfarrones porque estaban convencidos de que nadie se atrevería a hacerles frente, era una actitud rebelde (¡niego autoridad al tribunal que va a juzgarme!) y no la vergonzosa cobardía de quien sabe lo que puede pasarle cuando toca apandar ante los tribunales de justicia. Homs no dice ahora que desobedeció al TCE porque él no reconoce más autoridad que la del Parlamento catalán. ¡Afirma que lo que disponía el TCE no estaba claro!

¡Acabáramos! Estos figurones son los pintorescos revolucionarios del presente: los que tiran la piedra y esconden la mano, meten a una sociedad entera en un terrible atolladero y pretenden irse luego de rositas, se echan de valientes para violar las leyes y se arrugan al enfrentarse a los tribunales de Justicia. Todo un ejemplo de lo que le espera a Cataluña si esta tropa se hace algún día con el poder que ahora pretenden conquistar sin correr por ello ningún riesgo. Como si sublevarse contra la democracia fuera un juego.