Cuneros

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

10 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Con tantas elecciones en tan poco tiempo se nos van a multiplicar los cuneros. Es esta una voz polisémica, que inicialmente surgió como femenino, cunera. Era la mujer que cuidaba de mecer las cunas de los serenísimos señores infantes, oficio -cuenta el Diccionario de autoridades, tomo II (1729)- «modernamente introducido en Palacio». Ahora sabemos de quién era la mano que mecía la cuna: femina infantem leniter commovens in cunabulo.

Los primeros cuneros españoles fueron los expósitos, así llamados porque eran los niños recién nacidos expuestos o abandonados a la puerta de una iglesia o una casa, que luego se criaban en un establecimiento benéfico, una inclusa, hospicio, orfelinato u orfanato, hogares de incluseros y hospicianos. Con ese significado, cunero está hoy en desuso.

Más tarde, en el siglo XIX, empezó a llamarse cuneros a los toros que se lidiaban en la plaza sin saberse o designarse la ganadería a la que pertenecían. Dice el Arte de torear á pié y á caballo, obra anónima de mediados de aquella centuria: «Hay otra razon mucho mas poderosa para preferir aquellos á estos, y es, que los toros de casta están mucho mejor cuidados que los cuneros, que están en sus cercados sin ver vacas, y por consiguiente tienen mas vigor».

Durante la Restauración fueron legión los cuneros que hoy rebrotan como las setas, los candidatos o diputados del Congreso extraños al distrito y patrocinados por el Gobierno. Un ejemplo, uno de los muchos que hay, fue José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo, Azorín. El alicantino de Monóvar fue diputado conservador en cinco ocasiones: en 1907, por Purchena (Almería); en 1914, por Ponteareas (Pontevedra), y en 1916, 1918 y 1919, por Sorbas (Almería).

Más próximo es el caso de Pío Cabanillas, pontevedrés y diputado en las Cortes Generales por Ourense de 1977 a 1986. Representante de una provincia gallega, al menos era gallego. No lo es el madrileño José Ignacio Wert, que fue diputado por A Coruña del 15 de julio de 1986 al 30 de septiembre de 1987, en que renunció a su escaño por la empresa privada. Años más tarde sería ministro de Educación, de indeleble recuerdo por una revolución cultural cuyos benéficos efectos hay quien los compara con los de la de Mao. Exageraciones. También dimitiría de ese cargo, esta vez para irse a un retiro dorado en París.

Ahora se habla más de paracaidistas que de cuneros. Y para serlo ya no es condición que haya patrocinio del Gobierno. Hoy hay cuneros de casi todos los partidos, incluido Podemos, por lo que los reproches que antaño se les hacían casi han desaparecido. Las viejas maneras de los políticos se contagian.