Es posible que a estas alturas los seriéfilos me miren con cara de «¡a buenas horas!». Y sí llego tarde. Muy tarde. Tanto que este tiempo perdido ha jugado a favor, porque cuando una coge una serie ya estrenada (y esta es del 2014) tiene por delante la oportunidad de verla del tirón. En un maratón intenso que permite darse el atracón de dos o tres episodios al día. Y estamos en eso. The Affair tiene esa capacidad de atraerte hacia la intensidad que roba muchas horas de sueño y que arrastra al lado desconocido que todos tenemos hasta darnos miedo. Solo hay que esperar a que surja. A que se desencadene esa parte turbia que enreda cualquier rutina. The Affair además lo pone a flote con una originalidad que toda la crítica ha aplaudido, por esa forma dual de contar las cosas con el único objetivo de demostrar que todo lo que se vive, también una infidelidad, es personal e interpretable hasta el desasosiego. Es imposible no rendirse a los personajes principales, Noah y Alison, que rompen el estereotipo de los protagonistas al uso. Como bien han dicho sus seguidores, ellos consiguen que termines odiándolos (sobre todo a él) pese a la fuerza de mantener una trama intensa, apasionada, en que aparentemente se desarrolla lo maravilloso del instinto. Pero ahí están Alison y Noah, y sobre todo sus respectivas parejas, para demostrar que la realidad es tan enigmática como el pozo de la memoria. No se la pierdan.