El hiyab, el «burkini» y las Catalinas

Juan Ramón Vidal Romaní LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

30 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos días recorrí Galicia con un geólogo iraní, por cosas del trabajo, y ha sido estimulante ver el mundo con otros ojos. Todo empezó con la noticia de los cuatro gendarmes de Niza obligando a una mujer, en la playa, a quitarse su vestido de baño, el llamado burkini.

Por mi edad he conocido una Galicia muy distinta a la actual, y así le explicaba a mi colega iraní el monumento a las Catalinas de A Coruña, erigido en memoria de quienes desde el interior de Galicia iban a las playas coruñesas a tomar sus baños de mar vestidas como la mujer de Niza. De paso le conté a mi amigo iraní de cuando la playa de Riazor se dividía con una soga en dos partes, la más cercana a las Esclavas, para los hombres, y el resto, hasta la Coraza, para mujeres y niños. Y un guardia municipal, instruido por Alfonso Molina, obligando a las mujeres que tomaban el sol a cubrirse la espalda con una toalla.

Del hiyab también hablamos y le dije que, antes, las mujeres debían entrar en la iglesia con la cabeza cubierta por un hiyab. Pero el delirio de mi amigo llegó al clímax cuando vio a unas monjas, que confundió con turistas iraníes. En menos de 30 años las cosas han cambiado tanto que es difícil entender que impidamos con violencia que los demás evolucionen como nosotros lo hicimos. Y creo que no tardarían tanto tiempo como tardamos aquí.