Sírvase usted

Rubén Santamarta Vicente
Rubén Santamarta PAISANAJE

OPINIÓN

26 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En el Ferrol que arrancó el siglo XXI, apenaba tanto ver las gradas de los astilleros vacías como el Jofre sin actor que subiera a su escenario (a riesgo de caerse). Industria y cultura en reconversión. Cuando se inició su arreglo, entraba uno a aquel teatro e inquietaba la sonoridad humana. Solo martillos, clavos, telas hechas a mano, relleno para las butacas, pura artesanía. Ni una máquina. Sí, sucedió este mismo siglo.

Hace unos meses, un gigante chino anunció que sustituiría a 60.000 empleados por robots, y uno se llevaba las manos a la cabeza mientras pagaba en la caja automática del súper.

Cuando se pasa por la AP-9 entran ganas de parar a ver qué ha quedado olvidado en las cabinas desiertas. No es que uno quiera montar tertulia con el cobrador, pero es bueno tener al menos una cara delante, y no una rendija para monedas y tarjetas, a quien objetarle que la autopista está ya bien amortizada.

En este país, para trabajar en hostelería (donde los robots aún no sirven en la mesa, pero se trabaja tantas horas como una máquina) se precisa un carné de manipulador de alimentos, previo examen y tasa, mientras que para llenarse el depósito del coche (inflamable, no lo olviden) solo se necesita un poco de voluntad. La Comisión de Competencia dice que está muy bien eso del autoservicio en las gasolineras fantasma, sin un buen tipo a quien preguntarle cuál es la manguera correcta. Que ayudan a «presionar a la baja los precios de los carburantes, aumentando con ello el bienestar de los consumidores».

Quizá era esto el Estado del bienestar. Aquel en que elegimos prescindir de cerebros, sentimientos y errores y sustituirlos por un puñado de infalibles bits.