Cuando Ciudadanos era progresista para el PSOE

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

26 ago 2016 . Actualizado a las 11:49 h.

Entre el cúmulo de contradicciones y despropósitos en los que está incurriendo el PSOE a medida que se acerca el momento inevitable en el que tendrá que confirmar en el Congreso que se ha convertido en el perro del hortelano, que ni gobierna ni deja gobernar, está su intento de descalificar a Ciudadanos por hacer lo que Pedro Sánchez ha prohibido a los suyos: entrar en razón y situar el interés de España por encima de los del partido y de su líder. Asistimos a un tropel de declaraciones de dirigentes socialistas que acusan a Albert Rivera de haberse «bajado los pantalones» en las negociaciones con el PP de cara a la investidura y la formación de Gobierno. Esa es, literalmente, la expresión utilizada por el exministro Miguel Sebastián, el mismo que después de formar parte sin rechistar del Gobierno de Zapatero, se dedicó después, una vez derrotado el PSOE, a descalificar las políticas de ese Ejecutivo y a atacar a sus excompañeros de gabinete.

Sostiene Sebastián, al igual que muchos dirigentes socialistas, que Ciudadanos se ha «entregado» a los populares por un «pequeño plato de lentejas». Y que, al rebajar sus exigencias en torno a la dimisión de los políticos imputados, se convierte poco menos que en cómplice de los corruptos. Si no fuera porque el PSOE nos tiene acostumbrados últimamente a su particular antología del disparate, semejantes argumentos moverían más a la carcajada que a la indignación. Ni Sebastián ni ningún otro ministro o dirigente socialista se mostraban tan exigentes a la hora de reclamar la dimisión de los cientos de políticos socialistas investigados por casos flagrantes de corrupción, incluidos los ex presidentes de la Junta de Andalucía y del PSOE Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que solo dejaron sus cargos y su militancia cuando les vino en gana, sin que nadie en el partido se lo exigiera, violando incluso su propio código ético.

Esa misma doble vara de medir es la que le permite a Pedro Sánchez retorcer a su antojo la realidad. Cuando hace apenas unos meses Ciudadanos se sentaba a negociar con él para garantizarle su apoyo en la investidura, el partido de Albert Rivera era definido como una fuerza política ejemplar y «progresista». Y cuando CDC coqueteaba con dar su apoyo al PSOE, los secesionistas eran también unos progresistas a los que Sánchez rendía pleitesía, visitando en Barcelona al presidente de la Generalitat en pleno aquelarre independentista. Pero cuando Ciudadanos accede a negociar con Rajoy de cara a su elección como presidente, se convierte en un partido que forma parte de «las derechas» y se ha vendido al PP. Y cuando CDC o su heterónimo, el PDC, ya no es útil para el PSOE, se convierte también, en el lenguaje guerracivilista de Sánchez, en «las derechas». El intento de manipulación para justificar su soledad política y su descabellada decisión de bloquear cualquier salida a la crisis actual es tan zafio, que Sánchez tendrá muy difícil defender, ni siquiera ante los suyos, argumentos tan peregrinos en la sesión de investidura.