A las pensiones les sienta bien el desgobierno

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

23 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Al sistema de pensiones le sienta bien el desgobierno. Formulada la hipótesis, y antes de que el lector me arroje a la jaula de los leones por estúpido, permítame ejercer mi derecho a la defensa. Mi pliego de descargo consta de dos alegaciones. La primera está apoyada en datos oficiales incontrovertibles: desde que la nave de España marcha sin rumbo, gobernada únicamente por el piloto automático y con los políticos absortos en dirimir sus querellas en la cubierta del buque, la salud de la Seguridad Social mejora. La segunda la planteo como una mera hipótesis de trabajo: será preciso demostrar que existe una relación de causa-efecto y que la mejoría se debe precisamente a la falta de Gobierno y no a pesar de esa orfandad.

Primero, las cifras. En el primer semestre del año, la afiliación a la Seguridad Social aumentó un 2,6 %, la recaudación por cotizaciones sociales, un 3,0 % y el gasto en pensiones contributivas, un 3,3 %. En el primer semestre del 2015, cuando reinaba el PP con aplastante mayoría absoluta, la afiliación crecía algo más -un 2,9 %-, la recaudación menos de la mitad -un 1,3%- y el gasto casi igual: un 3,4 %. De la comparativa se desprenden dos buenas noticias. Una: los nuevos afiliados del semestre sin-Gobierno aportan más al sistema que los del primer semestre del 2015. Y dos: si la recaudación crece en la misma proporción que el gasto -el diferencial de 2,1 puntos se redujo a tres décimas entre ambos semestres-, el déficit del sistema, no menos de 16.000 millones de euros actualmente, dejará de medrar. Llegado el caso, empezaremos a pensar que las pensiones son sostenibles.

Segundo, las causas de la mejoría. Al igual que sucede con las personas, existen múltiples factores de riesgo para la salud financiera de la Seguridad Social. Los hay que producen sobrepeso del gasto: el empeño de los jubilados en vivir más años que sus padres y abuelos, las prestaciones más elevadas de los recién llegados o la manía de exigir que la pensión suba tanto como la cesta de la compra. Y hay factores que producen anemia de ingresos: el desempleo que achica el número de cotizantes, la devaluación salarial que enflaquece las cuotas o las bonificaciones concedidas a las empresas.

El sobrepeso no se ha reducido con el desgobierno, pero la anemia comienza a remitir. El porqué hay que buscarlo en la suspensión, o simple moratoria, de las políticas que ahogaban las cuentas de la Seguridad Social. La soga de la austeridad se aflojó por motivos electorales, pero eso permitió mantener aceptables tasas de crecimiento económico y del empleo. La reforma laboral propició la rebaja de los salarios, pero estos, a juzgar por el incremento de la cotización media, parece que levantan cabeza. Y como no hay Gobierno, tampoco hay quien escuche la voz de Bruselas que nos conmina a retomar la senda del ajuste. Si esta interpretación es correcta, tal vez no quede demostrada mi hipótesis inicial, pero sí que al sistema de pensiones le sentaba muy mal la vieja política.