De genios y veranos

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

31 jul 2016 . Actualizado a las 11:54 h.

La semana pasada se cumplieron cinco años de la muerte de Amy Winehouse, una mujer que cantaba con esa voz de lodo que sabe a blues, a soul, a jazz... La garganta de Ella Fitzgerald viajó en el tiempo para anidar en Amy, una chica, apenas una niña, abrasada por el volcán de la fama. Ha aparecido en estos años material de la cantante en Internet. En esas canciones, el talento del timbre de su voz llena de humo y de elegancia cualquier estancia en la que se escuche a este ángel caído. Esas son las noticias sobre Amy. Pero, en realidad, son grabaciones póstumas. Porque nos quedamos sin Amy hace un lustro, con solo 27 años. Un disparate. Cayó víctima de una sobredosis de alcohol, después de tres semanas de abstinencia, según concluyó la autopsia. Dos años y casi un mes antes, moría Michael Jackson, otro divo de la música. Otro hombre tocado por un ritmo de otro planeta. El tiempo vuela. Amy falleció un 23 de julio del 2011. Jackson, un 25 de junio del 2009. Parece que fue ayer, pero no. Hoy somos más viejos y sabemos disfrutar mucho mejor ese momento de voz de Amy o ese giro imposible de Michael. Decía Oscar Wilde, ese genio que jugaba al billar con las palabras, que anudaba con adjetivos imposibles pajaritas de ingenio, que cuesta aprender que la única relación que dura toda la vida es el amor por uno mismo. Amor por ellos les faltó a esos dos ídolos que se machacaron en y con el exceso. Pero también decía el dandi Wilde que «la mejor manera de librarse de las tentaciones es caer en ellas». ¿Cuál es el camino? Escuchar una canción de terciopelo negro de Amy y vivir cada segundo como si fuera el último, porque ese segundo concreto sí es el último. No vuelve. Disfruten del verano. Engánchense a una nube, coqueteen con el sol, mordisqueen la luna. Ardan con esa llama azul roja naranja de los agostos que no regresan.