Cómo encarar el secesionismo catalán

Susana Beltrán FIRMA INVITADA

OPINIÓN

30 jul 2016 . Actualizado a las 21:27 h.

El pasado miércoles, volvimos a tener otra jornada histórica en el Parlamento catalán con la aprobación de la hoja de ruta secesionista con los votos de Junts pel Si y la CUP. Desde entonces hasta ahora, se ha hablado de lo que harán el Tribunal Constitucional, el Gobierno en funciones o funcionando, o de lo que seguirá haciendo el Gobierno de Puigdemont.

Es curioso, porque, a pesar de las veces que he leído y escuchado los argumentos de los avaladores del secesionismo para justificar la ruptura saltándose las leyes y algunas instituciones por el camino -inclúyase el propio Parlamento catalán-, me siguen sorprendiendo. No me sorprende la persistencia por seguir adelante en el empeño, sino el hecho de que se crean lo que dicen. No puede ser que después de que los partidos de la oposición manifestaran su rechazo, cada uno a su manera, sigan considerándonos una minoría, cuando en votos les superamos en número en las últimas elecciones autonómicas del 27 de septiembre. No puede ser que escuchando las protestas, los alegatos de algunos miembros de la Mesa del Parlamento catalán y de los servicios jurídicos, y la tensión de la Cámara aún sigan diciendo que tienen un mandato del pueblo catalán que cumplir y que está por encima del orden establecido.

No puede ser que todavía ahora desde el Twitter de Puigdemont se congratulen del eco que ha tenido en la prensa internacional la aprobación de la hoja de ruta separatista. ¡Cómo no va a ser noticia que en un Estado democrático y de derecho de Europa occidental una Cámara regional decida por su cuenta y riesgo iniciar una secesión unilateral! Supongo que coincidirán conmigo en que recoger la noticia no significa necesariamente que nos miren bien a los catalanes o que avalen el proceso.

Salir de este empecinamiento rupturista está siendo complicado porque muchos ciudadanos creen, o les están haciendo creer, que es posible llegar hasta el final sin consecuencias negativas y sin pisotear los derechos de los demás. Pero la realidad es tozuda, como también lo son las muchas personas que empiezan a prestar su voz para decir basta y pedir otras cosas a los políticos. Algo está cambiando, a mi juicio en positivo: ya no se habla tanto de resolver la cuestión catalana como de la cuestión separatista.

Poco a poco (de mica en mica) va calando la idea de que el problema no es Cataluña o sus gentes, que hay de todo y muy respetables, sino de cómo encarar el secesionismo.

Es evidente que no se puede derivar al Tribunal Constitucional la responsabilidad de hallar soluciones porque no le corresponde. Hoy la acción política es más que necesaria y aún teniendo un Gobierno en funciones hay problemas que no esperan. Es momento de arriesgar, de gestionar la diversidad, de buscar lo que nos une para poder seguir adelante.

Me parece que en momentos de decaimiento político, como ahora, los valores de la Unión Europea son un refugio en sí mismos y cualquier solución debería pasar por su interacción: respeto a la libertad, igualdad, democracia, Estado de Derecho, dignidad y derechos humanos.

Discurramos de mica en mica (poco a poco) por el sendero de esos valores europeos.