Pedro Sánchez o el perro del hortelano

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

26 jul 2016 . Actualizado a las 20:30 h.

España afronta hoy su particular día de la marmota, con el jefe del Estado recibiendo por tercera vez en seis meses a los representantes de los partidos políticos para comprobar su disposición a facilitar la formación de un Gobierno. Aunque la única diferencia respecto al ceremonial que vimos tras el 20D será que los invitados acudirán a la Zarzuela con atuendo más ligero que el del pasado invierno, la situación es muy distinta a la de entonces. La necesidad de abordar en febrero una segunda ronda de contactos para que el rey designara a un candidato a la investidura, y el fracaso de este, que condujo a la celebración de unas segundas elecciones generales, pudo considerarse un contratiempo perfectamente subsanable por la fortaleza del sistema democrático, que no tenía por qué conllevar graves consecuencias políticas o económicas. Así ha sido, afortunadamente, a pesar del riesgo asumido. Pero que España tuviera que ir a unas terceras elecciones constituiría por el contrario una tragedia de incalculables consecuencias políticas y económicas, que alcanzaría dimensiones históricas.

No se trata por tanto de la mecánica repetición de un proceso protocolario. Los representantes de los partidos deben acudir a su cita con el rey siendo conscientes de la enorme responsabilidad que asumen con lo que transmitan al jefe del Estado y con la posición que adopten en los próximos días. Cuando el 3 de mayo Felipe VI firmó el decreto de convocatoria de nuevas elecciones, todos, incluidos los partidos, entendimos que se trataba de dar la palabra a los ciudadanos para que confirmaran si el dibujo parlamentario que deseaban era realmente ese, el que obliga a las fuerzas políticas a pactar para formar Gobierno, por compleja que sea esa negociación. Y se dio por hecho que una repetición del escenario constituiría un mandato claro y directo de los españoles a los partidos para que se muevan de sus posiciones y lleguen a un acuerdo para formar Gobierno.

Pues bien, a pesar de ese mandato taxativo recibido en las urnas el 26J, hay un partido, el PSOE, que se niega a moverse un milímetro y apuesta claramente por la irresponsabilidad de unas terceras elecciones, dado que bloquea cualquier posibilidad de que gobierne el PP, pero tampoco se muestra dispuesto a formar una mayoría alternativa. Ni come ni comer deja, como el perro del hortelano. Pedro Sánchez sabe perfectamente que, hagan lo que hagan los demás, incluido Ciudadanos, su posición de bloqueo conduce inexorablemente a una nueva cita con las urnas. Pero, a pesar de las advertencias de personas sensatas de su propio partido, sitúa su propia supervivencia política por encima de los intereses de los españoles. Resulta muy difícil imaginar que Sánchez tenga el cuajo de presentarse este jueves ante el mismo rey que le dio hace poco la oportunidad de gobernar, para decirle que, después de siete meses de desgobierno, él apuesta por el bloqueo. Pero, desgraciadamente, todo indica que así será.