Perros infieles, gatos persas

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

24 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las relaciones del cristianismo con el Islam siempre han sido malas, para qué vamos a negarlo. Los problemas comenzaron con la conquista de Granada, que tuvo en vilo a los castellanos por el olor de la camisa de su reina católica. Las ciudades santas que en Europa eran confluencia de culturas y razas -Roma, Santiago-, en el mundo musulmán se cerraban a cal y canto de modo que, por ejemplo, en el siglo XVIII el catalán Domingo Badía, que hacía llamarse Alí Bey, entra en la Meca disfrazado de príncipe sirio, y un siglo después es el capitán británico Richard Francis Burton quien repite la hazaña, ambos con el riesgo de ser descubiertos y consiguientemente sacrificados. Aunque debemos recordar que Teresa de Ávila se escapó siendo niña de casa para dirigirse al moro a descabezar infieles y acabó siendo santa. Badía, agente de Godoy, fue asesinado por los ingleses, mientras que Richard Burton se dedicaría a leer el Kamasutra y descubrir las fuentes del Nilo. Siempre se dijo que Franco Bahamonde era amigo de los árabes, aunque anduvo por Annual junto con Manuel Azaña en el desastre del 21 contando cadáveres con un pañuelo en la nariz, y al final de sus días, cuando los obispos y doña Carmen le metieron en la cama el brazo incorrupto de Santa Teresa, Hassan II le organizaba la marcha verde. Años más tarde el rey emérito besaba a su colega marroquí en ambas mejillas, pelillos a la mar. En fin, siempre nos quedará Azofaifa, orgullo de la Alpujarra, mora de la morería, que tanto amó a don Mendo.